La felicidad es tanta que las muecas se clavan en mi rostro, esa placidez de saberte bien. Aquello me atraviesa la cara como clavos de nueve pulgadas; si, como aquellos con los que el hijo del supremo fue crucificado, abrumado y en completo silencio.

Llamas a tus demonios a jugar no sin antes proclamar a la sombras su preludio de justo sabor, de afable escozor. Alrededor de tu cuello se jalan las nubes y la tormenta se anuda más; esa furia atisba y retrograda cubre mis miradas que tratan de alcanzarte. Esos ojos que tratan de penetrarte con obscena ambición.

Es así como sentado espero y te siento llegar, miro hacia arriba y detallo esa aroma que siempre me ataca; tan tuya. Quiero asfixiarte, quiero pregonar las sensaciones que despierta tu lengua en mi paladar cuando esta ha sido bañada en sangre impía, en vida perdida. En sombras te miro y te rasgo los muslos, los brazos, el vientre; hago pausas y tu mirada perdida entre mis dientes pide más. He de beber de esas heridas, las lameré al paso que las curo con el halo que mi piel despide, con el sabor que la tuya escribe. Así, esparcida te encuentras ante la corrupta esencia de mi mal que es tu bien; esos momentos de recuerdo serán presente y pasado, y un misterioso futuro que allegado esta a los porvenires de esa violencia que creamos, de esas tormentas que enmendamos. El ansia se hace tinta, el respirar se hace arisca mentira que en verdad sucumbe al perseguir a las presas que entre dedos quieren escapar.

Las noches de caza no han sido las mismas, han sido perfectas y areniscas; casi malditas como las palabras que nos golpean con incesante continuidad pero a las cuales encontramos inmunidad. Esas historias atroces que cruzan los mares de ceniza y las planicies de silencio son los cuentos de nuestras vidas, unidas bajo la sangre de la luna, la misma de la altura que alcanzamos en vuelo siniestro en macabro esfuerzo. Y la noche seguirá acunando el apoyar de nuestros pasos que con firmeza buscan y rastrean el alimento que no saciará esa eterna hambre, esa vida inmortal que contigo no es condena, es libertad en violencia y en una eminencia que se traduce a extender las alas y entregarnos a la oscuridad. Esa locura insana, esa vida mundana se ha vertido en un frasco de veneno que bebo, que pruebo y que comparto con tus labios, con tus ojos y tu vuelo que me ha hecho volar otra vez.