La vida es materialización divina.
Nadie lo discute.
El hecho de diferenciar el sexo,
una osadía de amor
bien pensada
que inmuta a todo aquel
dotado de raciocinio,
piensa.
Macho, hembra,
Femenino, masculino,
hombre, mujer; la ¡perfecta!
creación
que la naturaleza en su accionar
presenta.
¡Es la excelsitud de Dios!
Magnífica revelación
del creador,
pienso
cuando te veo desnuda.
Con ojos de deseos
recorro excitado tu carne
explosiva,
expresión ¡grandiosa!
de la vida,
si te agitas, retuerces, sollozas,
¡gimes de placer!
cuando mis manos ávidas
te tocan.
Tiemblo de emoción
al escuchar cuando
agitada respiras,
porque manifiestas
que mis caricias al recorrerte
toda,
crea bienestar en ti
como si fuera tocadas
por la beatitud de Dios,
por lo que no me detengo
hasta ver turbar los ojos
como deidad agónica.
Lo comparo al visualizarte así,
igual
al sentimiento espontaneo, pulcro,
indefinible
que siento hacia ti
cuando me besas,
acaricias mi cuerpo colocada
encima de mí
hasta convertirse el acto en algo
¡Sublime! ¡Divino!
¡Maravilloso!
que no sé con exactitud en
dónde me encuentro,
¡Sí estoy en la tierra o camino
al cielo!
JOSE NICANOR DE LA ROSA |