Elfo me despertó con una gran sonrisa, por el rabillo del ojo pude ver el reloj: 2:30 de la mañana.
-Tengo una historia para contarte, dijo, -que hará de tí una mejor persona después de escucharla.
Sólo quería hacer un nudo con su cuello por no dejarme dormir, pero éste es sólo uno de los malos hábitos del gnomo, así que me senté con los ojos cerrados y tratando de no volver a la tierra de los sueños.
Se puso de pie tan alto como pudo, que no es demasiado alto, y comenzó:
-El discípulo se acercó al Maestro y con deferencia dijo:
Maestro, he estado observando de cerca durante mucho tiempo el brote de un rosal, lo vi convertirse en una flor que difundió su aroma alrededor de ella y entendí la razón de la existencia de la flor.
El Maestro permaneció en silencio, con los ojos cerrados por un tiempo, luego se dirigió al discípulo, diciendo :
-Ve otra vez y haz lo mismo, pero permanece el doble de tiempo del que usaste antes.
El discípulo fue y después de llevar a cabo la orden volvió y dijo:
-Maestro, hice como me lo pidió, vi la flor abierta, y se extendió su aroma, luego se marchitó, cayó al suelo y se deshizo en el polvo. Estoy perplejo, no puedo explicar el motivo de estos eventos.
El maestro abrió los ojos y sentenció:
-¡Ahora entendiste!
Luego de este sorprendente final, Elfo se arrellanó sobre una idea suelta y me urgió:
-Vamos, no me dirás que el Maestro no aplicó magnificamente la teoría Zen.
Casi sin mirarlo caí dormido sobre su figura. |