Lucius Mijail aún manoteaba en el cenagal del sueño cuando percibió el zumbido estilizado del mosquito que lo merodeaba. Lo sintió husmeando alrededor del laberinto de su oreja y soltó un golpe certero como el latigazo de un camaleón al atrapar a los insectos con su lengua glutinosa.

Lucius Mijail despertó sólo para vérselas negras con “Ganesh”, el Ordenador Qubicuántico de aquella base espacial “Midriavik” asentada en el lomo tuberculoso de Fobos, la luna marciana recién colonizada: Ganesh lo reprendía por aniquilar a un nanobot díptero que sólo cumplía con su misión de registrar el flujo de las ondas gamma del astronauta.

De modo que Lucius Mijail soportó las burlas de su mujer y del otro matrimonio ugénico, quienes formaban el equipo obligado a cubrir cinco años de labor científica en Fobos antes de retornar al asentamiento en la Luna y de ahí a la Tierra, estragada por el cambio climático y la polución.

Así fue como pasó una semana escandida por siete órbitas alrededor de Marte, en que Lucius Mijail inspeccionó el exterior de la base enquistada en Fobos con la tenacidad de los pájaros feos y desgarbados que picotean los parásitos en la piel vetusta de un elefante.

El trabajo ingrato aquel desesperó a Lucius Mijail, no obstante que se imaginaba como el Principito depurando su asteroide B-612 de baobabs. El caso era que el percance detenía su investigación sobre los Cloroplastos Hënos de la huerta de reciclamiento energético de Midriavik, diestros en fotosintetizar con sólo unos insípidos rayos de sol.

Lucius Mijail también soportó el sarcasmo de su comandante en jefe asentado en el Mare Serenitatis lunar, quien lo exhortó a controlar sus impulsos instintivos para no apachurrar al resto de los nanobots “Moskitos” que tan arduamente se fabricaban en las entrañas de Ganesh junto con los Coleópteros qubitrónicos encargados de supervisar la estabilidad atmosférica de aquella burbuja de vida humana en Fobos.

Pero Lucius Mijail era un rebelde nato que no se resignaría a soportar los zumbidos perversos de los Moskitos a los que les metió mano sin respeto por sus fueros qubitrónicos…

Días después su sueño ya no se vio turbado por el revoloteo de los bichos que ahora giraban las alas con la pericia ingrávida de los colibríes.