Sucede que una sonrisa escasa se me escapa como volado hasta donde las huellas de la playa se han borrado.
De pronto el domingo me amenaza con el lunes calvo, la energía triste y las pisadas lentas. El inicio de la semana huele a un “te quiero” que se mece entre los días, y en uno de ellos gritará la razón, en son de paz con la rutina.
Ya entre las horas, perdida, miro si acaso en un balcón una sonrisa me aguarda. Confirmo que las cartas, papeles, esquelas, hojas y tapas me susurran un aliento que no sé se donde sacan, y me agobian de pronto, como quien barre contra el viento sus olvidos... agotada de tanto susurro vano, deduzco que el silencio de la noche consuela la eternidad del lunes, parecido a un terremoto con un fin que no se puede esparcir, o el caos sigue el martes...
Ese día, contando que es menos uno, -cuatro, sólo cuatro- me repito, el ayer lo viví y el hoy también puedo.... un café rápido en la mañana, las pilas cargadas y mis pasos al paradero que me lleva directo a un frío banco , en una fría sala, bajo reglas inconclusas que ni los mismos encorbatados entienden. Todo lo acato con una sonrisa, burlándome sin maldad de sus incoherencias... hablando por aquí y por allá , que las llaves, el teléfono, la tarea y esto y lo otro.
Miércoles, veo en el trayecto a los demás, que son igual a mí, que tal vez se levantan de mejor ánimo que en un martes, caminan con una crucecita en la espalda, que les acomoda perfectamente, y algunos parecen llevarla mejor que otros. Trato de imaginar sus mañanas, quizá un queque, un té, un jugo de pomelo o una humilde tostada con mantequilla derretida... entre su día hay un beso, un te quiero, un almuerzo lleno de risas, y una que otra nota, marca definitiva que evalúa lunes y martes.
Juega como un disfraz de jueves el tiempito que compartimos. Como que de pronto pierde el sentido tanta belleza y llega el caos... pretendo adelantar, ordenar, dejar algo semi hecho y pre – ocuparme de las cosas del viernes, incluso olvidando lo que debía hacer hoy, como si el mañana estuviera presente en el presente... ya pasará tanta incertidumbre...
Un viernes ventoso, parece que las calles quieren pensar sin que el peso de los sonámbulos transeúntes le interrumpan. Yo también quiero pensar, pero mi alegría invade la mente, me distraigo con las flores del costado de la acera, que parecen despeinarse, con las duchas que se omiten, y me despido del bocinazo furioso que me contradijo la paz que buscaba durante toda la semana... puedo dormir tranquila, pero me aguarda tanta actividad no realizada, las charlas con mi sangre, el sabor de un café lento, una conversación agradable, y me entrego en cuerpo y alma al halado sueño, buscando recompensa de cinco días...
Es sábado, las charlas de revisión cerebral aguda correspondientes, vuelta a soñar con la playa. Las olas parecen serenas...