Un día el hombre incógnita caminaba por la calle con la mirada hacia el suelo. Estaba triste, le habían golpeado tantas veces. En ese momento, se encontró con un anciano que le dijo:

-¿Por que llevas esa cara de desgana chico?

-La vida no me va bien-respondió el hombre incógnita.

-¿Tienes alguna razón para decir eso?-preguntó el anciano.

-Sí, tengo un trabajo que no me gusta, estoy soltero, nunca he tenido pareja, no tengo familia y mi sueño es inalcanzable para mi estado actual-contestó el hombre perdiendo fuerza en cada palabra.

-Chico te voy a dar un consejo, en la vida lo que necesitas es fe. No te estoy hablando de fe en dios, te hablo de fe en ti. No me creerás pero si confías en ti todo es posible, los sueños están para alcanzarlos. Y respecto a lo de la chica, ten la confianza en que la encontrarás, ese te mantendrá con ganas y te aseguro que si confías en algún momento la verás y la reconocerás-afirmó el anciano con seguridad.

Esa misma noche el hombre incógnita empezó a entrenar para su sueño, correr una maratón. La semana siguiente se volvió a cruzar con el anciano mientras corría. Y este le dijo:

-Te veo con más fuerzas, mucho más alegre, ¿te ha pasado algo bueno?

-Sí, sigo con vida. Por lo que aún tengo la oportunidad de hacer lo que deseo. Y respecto a la chica, no se si será hoy, mañana o el año que viene. Pero tengo la fe en que un día la veré, la cogeré y la besaré, desde ese momento seremos siempre felices-argumentó con rotundidad el hombre incógnita.

Tenía razón, años después la conoció y se casó con ella. Respecto a la maratón, tiene el récord de acabar una maratón en menos tiempo. Todo esto gracias a dos razones: le apasionaba lo que hacía y nunca dejo de tener fe, fe en si mismo.