ESTACIONES

No se por que estas tardes otoñales, frías, con poco sol, silenciosas y tristes, me traen imágenes , recuerdos con sentimientos encontrados. Una dulce nostalgia mezclada con la alegría de las lejanas experiencias. Si, hoy , mi subconsciente ha reproducido el rítmico sonido de la maquina de coser de mi tía Esperanza, una combinación de chirridos, golpeteos, retintines y fricciones, como caricia arrulladora de una enigmática y subliminal música .
Singer, ¡ Si..! Su maquina de coser era una Singer de mucho antes de que yo naciera , con sus cuatro gavetas llenas de hilos de colores,tijeras,tijeritas,agujas,minúsculas bobinas, pedacitos de telas de diferentes colores y diseños, botones, cremalleras, tesoros de un grumete que se soñaba capitán de un grande y veloz velero pirata....
La rueda, que mi tía hacia girar, cuando con sus pies presionaban el rectangular metálico pedal, y que su fina banda de cuero transmitía a la ruedita mas pequeña en un rápido y acompasado movimiento , las metálicas letras de la palabra Singer flotando en la enmarañada filigrana de toda aquella estructura de hierro y que mi tía limpiaba y engrasaba con esmero todas las semanas, incluso cuando no cosía .
Aquellos olores de aceite,cuero, telas e hilos , los golpeteos,los retintines, las fricciones y los chirridos me llevaron, con la magia del recuerdo, al viaje que teníamos que hacer mi madre y yo, cuando ella me llevaba para la casa de mi tía, en aquel olvidado pueblito rodeado de sembradíos de tabaco, con sus largas y sombreadas barracas, con sus techos de dos aguas construidos con ramas de palmeras y, el silencio de la tierra que espera la cosecha, roto por la presión del silbido de aquella briosa maquina de vapor donde viajábamos.
Si, mi madre y yo tomábamos el ferrocarril en la terminal de trenes de la capital, y recuerdo que mis sentimientos y mis instintos estaban a la defensiva ante el bullicio y la novedad de ver llegar y partir a aquellas moles de hierro, bufando y resoplando al arrastrar los vagones de anchas ventanas, abombados techos y felpudos asientos . Y, aquellos hombre de uniforme gris y extraños sombreros de coronas cilíndricas y estrechas viseras del mismo serio color y que pedían, gritando, los “ticketes” , comprobantes del pago de pasaje y que, después, en el trayecto, pasaban con sus grandes cajas de madera sin pintar, sujetas por detrás del cuello por una gruesa correa, y llenas de golosinas pregonando: “Papitaas..” “ Sanwicheees...”
Pasajeros que montaban y se apeaban con sus sacos llenos de productos agrícolas,malangas,frijoles y, otros con animales de corral, gallinas, chivos, marranos, pájaros ...El repetitivo paisaje de la campiña deslizandose por la amplia ventana, lo cómodo de los rellenos asientos, el “Tac- tac-tac” y el “Chuk..chuk..chuk” hacían que dormitara por intervalos, despertando en los “apeaderos” , donde abastecían de agua a las viejas calderas, las que exhalaban un largo suspiro de vapor, agradecidas y quietas, esperando a que el gran y alto tanque, a la orilla de la vía férrea, moviera su brazo tubular para rellenarlas del necesario liquido.
Los olores de las estaciones y apeaderos del ferrocarril me transportan a otros lugares de mi niñez. ¡ La escuela....! Mi publica y vieja escuelita... ¡ Pero bueno..! ya por hoy bastan de historias, ¡ A dormir..!
– Pero abuelo...
– ¡ Nada , ya es hora de que duermas ! Mañana hay escuela .

¿ Mi nieto..? Ya es un hombre y hace muchos, muchos años que emigro . Quizá tenga sus hijos y también le cuente sus historias..
¿ Que con quien hablaba ?
Quizá con los recuerdos, los viejos recordamos para vivir dos veces, para morir lentamente, para hacer mucho mas largo el Otoño a pesar de sus frías tardes, el poco sol y sus largos silencios.
¡ Siempre es mejor que el invierno !