Dudé si decirle un hola o un buenas noches antes de sacarla a bailar. Y ella no dudó al mostrarme la muleta como excusa.
Seguro. He conocido mujeres difíciles y se hacen las imposibles, pero me ven bailar y luego al tenerlas tomadas de la cintura todo se vuelve ritmo y diálogo. Intenté mirar su piernas pero me quedé pegado en sus pechos. Recordé esa frase de la Biblia donde la mujer se arrastra como la serpiente para encantar al hombre bueno, y ella no se arrastraba ni yo era bueno, pero tenía unos senos que necesitaba tenerlos golpeando mi pecho. Un toc toc, ¿Quién es?
La tipa me dijo que no le gustaba esa música y le creí. Le pregunté que qué le gustaba y ni recuerdo que dijo. Pero fuera lo que sonara, ella movía los hombros invitando a bailar.
Es como si tuvieras alas le dije, y me dijo que sí, que las tenía, pero invisibles. Y yo no vi las alas sino los pechos. Imaginé los pechos y su cara me pareció bella y estúpida. Le pregunté si conocía el poema uno de Neruda. Y me recitó el poema XX. Fue suficiente para caerle a golpes con cada verso: "Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava"
Y entendió lo que era la poesía y pidió perdón, luego pidió misericordia. "Cuan misericordioso eres Tú
todo lo creaste perfecto
el mar el cielo la tierra
todo por ti fue hecho".

Una mujer así sólo es digna de parir un hijo al fondo de la tierra, por lo que enterré su cuerpo donde pudiera ayudar a florecer algo más digno que ella. Me fui a dormir con las mismas ganas de bailar y a releer las escrituras.