MAQUILLAJE

Hoy debía ponerse más linda que nunca. Su novio ya le había comentado que un día de estos la invitaría al bar que siempre frecuentaba con sus amigos para presentarla en sociedad como corresponde en cualquier buena relación formal, así que no podía defraudar ni a él ni a nadie. Igualmente ese llamado a su oficina no lo esperaba, entonces fue cosa de llegar un rato antes al lugar, enseguida meterse en un baño y poner mano a la obra en ese rostro como se debía. Rápidamente desplegó sobre la mesada del tocador toda esa batería de artilugios femeninos que a cualquier fea horrible la pone diez puntos como por arte de magia, digamos que la sombra para párpados, máscara para pestañas, delineador de ojos, base color, polvo volátil, rubor, lápiz labial y delineador de labios entre otros utensilios más. Y comenzó a maquillarse muy de apuro. Con los nervios de punta solo pensaba en qué impresión daría a primera vista, porque eso es lo importante; impactar de entrada. El era bien guapo, y nunca se convencía de estar a altura de su pareja, un complejo de inferioridad que arrastraba siempre. Así que con el pulso más afirmado delineó bien levantadas las cejas sobre unos ojos que remarcados con un azul profundo igual al de sus lentes de contacto ya parecían brillarles por una emoción incontenible. Es que “después me llevará a conocer a sus padres” conjeturaba, y ya con esto poco rubor le hacía falta, el sonrojo natural se había apoderado de sus mejillas. Pero la boca sí estaba rígida y necesitaba un buen retoque, así que obediente se prestó al curso arqueado de un rojo labial. De inmediato se soltó el pelo que traía recogido desde la oficina, y los acomodó como mejor le quedaba sobre los hombros. Abrió bastante el cuello de la camisa blanca y se ajustó bien ese saco del traje, que de alguna manera aún disimulaba seguír siendo parte de su uniforme de trabajo. Y ya casi con todos los recursos agotados, entreabrió la puerta para ver que su novio estuviera por allí sentado y expectante, y que desde la mesa le diera su O.K. con el pulgar levantado. El muchacho estaba, y al observar el resultado le respondió además con un guiño, más mirando el reloj le dijo con una mano que faltarían unos cinco minutos para que llegaran. Digamos que todo dispuesto minuciosamente para tal importante evento sin intercambiar una sola palabra. No hacía falta, ya sabía mucho sobre este arte de la seducción sobre los hombres, su aceptación dependía de cómo se presentaba. Debían verla venir desde ahí contorneando armoniosamente ese cuerpo, paseando por entre las mesas para que al llegar ante ellos quedaran mudos de asombro y de envidia perpetua… De pronto el novio con un gesto de apuro le avisa que ya están por entrar, así que con un giro rápido y cabeza baja salió de ahí y entró al baño contiguo, y del portafolio de abogado sacó los tacones altos y una pollera ajustada a media pierna que le faltaba cambiar en lugar de esos zapatos y ese pantalón tan varoniles que traía puesto…