- Yo se lo he dicho. Hacía una semana que no la veía. Así que no ponga esa cara de asombro por lo que vio.
- Es que no imaginé que…
- No se haga–interrumpí-. Usted sabía desde el principio que aquello ocurriría. Que, en cuanto la viera, la tomaría por la cintura y la besaría con esa pasión que sólo se ve en las telenovelas.
- Si, pero yo no…
- Y que, luego de tantos días sin verla, la encontraría mucho más hermosa que antes.
- Yo sé –contestó- pero…
- Claro –continué- y como era de noche y el taxi parecía un lugar seguro, pues nada, que en esas circunstancias es muy difícil aguantarse las ganas ¿no?
- Eso lo entiendo, pero lo que ocurrió luego…
- Ah, bueno, pues eso también tiene explicación, no se haga. ¿O va a decirme que nunca ha deseado a una mujer tanto como para no ver gentes ni oír ruidos?.
- Pues si, supongo que si –respondió acomodándose la gorra-. Pero una cosa es…
- Mire, si le contara lo hermosa que lucía con esa ropa interior y lo suave que su piel se sentía entre mis manos, tal vez lograría entenderme.
- No, si de que lo entiendo, lo entiendo, es sólo que…
- O si le contara de aquel aroma que había en su cuello, de su mirada azul y su respiración agitada bajo el encanto que provocan las caricias de un hombre enamorado.
- Mire, a mí no me venga con…
- Si usted hubiese tenido aquellos senos entre sus manos y si usted hubiese penetrado aquella dulce boca con su lengua y si hubiese sentido la redondez de aquellas nalgas restregarse contra su vientre. Si lograra comprender lo que la gente hace por amor.
- Yo sé muy bien hasta dónde puedo llegar por amor, -dijo sacando una libreta del bolsillo- pero usted y la señorita…
- La señorita! –interrumpí nuevamente- Eso es lo más hermoso de todo, fíjese. Porque estando entre las gentes la chica es toda una señorita. Pero si usted supiera las cosas que me murmuraba en el oído cuando la estaba penetrando, si hubiese oído esas súplicas para que no me detuviera, para que aumentara el ritmo, las embestidas ¿entiende?.
- No es necesario que…
- Si tan sólo pudiera yo explicarle lo que se siente que la mujer a quien más usted desea, la única mujer a quien ama, aquella por quien ha estado tanto tiempo esperando, le ruegue que continúe haciendo lo que más usted desea hacer, pues si lograra explicarle que...
- Aunque me lo explicara joven! – exclamó – La multa se la llevará igual.
- ¡Muy bien! – respondí abotonándome la camisa – Entonces dame rápido esa boleta paco y la puta que te parió. Debemos terminar lo que interrumpiste.
(V.S.)
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