Desde hace milenios, los humanos hemos habitado el planeta Tierra. Hemos actuado como si en realidad no estuviéramos viviendo una tragedia, nos dicen que tenemos que amar la vida, pero en realidad no estamos muy seguros de eso. La muerte nos ha puesto un tiempo a cada uno de nosotros, está encima de nuestro cuerpo, de manera invisible, la duración está en años, meses, días, horas, minutos y segundos, cuando la medida llegue a cero, explotaremos. La explosión no tiene que ser solamente física, como en los casos de los que mueren por no manejar correctamente explosivos, estallamos también por la desesperación mental.

El período de nuestra existencia es variable, si por ejemplo, caemos en bancarrota, y tenemos que aguantar hambre, el intervalo de vida se hace más corto. Los que nos pusieron ese explosivo fueron nuestros padres, cuando nuestras madres se embarazaron, inmediatamente nos colocaron ese “artefacto”. La única manera de no poseer ese elemento, es no nacer, los únicos que se han librado de semejante peligro son los que no nacieron, mas bien, los que ni siquiera fueron fecundados, porque los fetos también sienten y no están exentos de poseer la bomba. Los religiosos pasan sus días negando ésta verdad, para eso han usado la fe, la más grande forma de engañarse a sí mismo y a los demás, sin embargo, inexcusablemente también van a explotar, es por eso que los dioses no ocupan un lugar real en nuestras vivencias, porque no nos pueden librar de la catástrofe, contrariamente, como son los creadores del universo, son cómplices del delito de ponernos éste gran artefacto explosivo en nuestro interior. Los científicos están intentando extender nuestro tiempo de existencia, lamentablemente esto no va a impedir que explosionemos, simplemente se alargarán nuestros momentos terrenales sin poder detener el fulminante.

No existe ninguna manera para evitar que explotemos. El detonante lo posee la muerte y nadie puede quitárselo, lo que podemos hacer es dejar de entregarle a ella, más detonantes, para hacer esto tenemos que evitar nuestra reproducción. Hay algunos que han logrado retrasar el desenlace, estos han llegado a la vejez, no obstante, en esa etapa de la vida, están atrapados, ya no hay nada que puedan hacer para seguir retrasando el final, inobjetablemente, van a estallar. Los ancianos van perdiendo una a una todas sus capacidades, hasta quedar completamente degradados, es el momento en el que la muerte oprime el detonante y los viejos mueren.

No intentes sacarte la bomba, no podrás, lo único que conseguirás es morirte, siendo esta la única forma de terminar el funcionamiento de ella. Les voy a decir el nombre exacto de éste mecanismo: se llama sistema nervioso, gracias a él podemos experimentar un infinito dolor, en cada parte de nuestro cuerpo. Algunos estarán en desacuerdo conmigo, los invito a que intenten dejar de respirar y sentirán lo que es estar a punto de explotar, o también pueden pellizcarse, ahí se darán cuenta de que la bomba tiene terminaciones en cada átomo de nuestro ser. Para que el dispositivo explote tenemos que sentir un dolor o desesperación un millón de veces mayor al que sentimos cuando nos pellizcamos o cuando dejamos de respirar por unos segundos. Si no quieres que haya más bombas, lucha por nuestra extinción.