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Inicio / Cuenteros Locales / gui / Cuento a diez dedos y una cabeza en discusión (Parte 1)

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Coloco mis dedos sobre el teclado, cada uno presto para transformar mi inspiración en palabras y volcar todo aquello que vibra dentro de mí pugnando por salir, en una narración que espero satisfaga mis expectativas.
Pero, estos dedos míos, más rebeldes que yo, comienzan a conspirar contra todo lo que intento plasmar en la pantalla.
Pienso:
“Una maestra de secundaria, dicta sus clases de filosofía a un curso que escucha en sublime silencio”.
-¿No podría ser de castellano dicha profesora?
Quien así se expresa es mi dedo meñique derecho. No crean ustedes que eso a mí me extraña en lo más mínimo. Tengo claro que hasta un lunar que tengo en el cuello es opinante.
-Me gusta que sea de filosofía. En todo caso, el cuento es mío.
-Pero el ridículo lo hacemos nosotros-responde el índice izquierdo.
Veo que hay colusión.
-¿No te das cuenta que las vergüenzas que nos haces pasar? ¡Mire que escribir sobre un toro Guapito, que más encima parece que es gay!
-¡Basta! Yo escribo lo que quiero y ese es problema mío. ¿No me irán a hacer un sindicato estos rebeldes. Ah, no, no tienen el número necesario.
-Puede ser, pero si contamos los dedos de los pies, algo podríamos conseguir. Claro que no podemos tomar en cuenta al dedo anular derecho, que siempre está comprometido consigo mismo y no adhiere a causas que no le simpaticen y esta es una de ellas.
-Paremos el circo entonces y manos a la obra:
“Faltan escasos días para que finalice el año y la profesora repasa lo que le parece más importante. Ese día habrá un ágape en el cual podrán participar los familiares y novios (as) de los chicos (as) y todos se muestran muy entusiasmados”.
“Ese verano ha sido un tanto extraño, ya que el sol ha regateado sus rayos y los fríos de la noche parecieran pertenecer a las estaciones más gélidas”.
-Te vas yendo por las ramas- dice el pulgar izquierdo.
-Es parte de la trama. Y tú no te metas en esto, iletrado y sólo pulsa el espaciador, que es lo único que sabes hacer.
El pulgar derecho se siente herido, porque es cierto que su papel en este asunto es más bien secundario. Piensa para sí: -No todos tenemos que hacer alarde de aptitudes literarias.
Y me grita: ¡Pero sé algo de eso y en tu caso, sé que te estás yendo por las ramas.
Mejor prosigamos:
“Por lo mismo, la gente comenzó a aparecer poco antes de la hora de inicio, cada cual enfundado en gruesos abrigos, sombreros y guantes. Para ser pleno verano, temporada de tórridos calores, su aspecto calzaba mejor con una fiesta de disfraces. Las chicas, orgullosas y del brazo de sus parejas, contemplaron las coloridas luces y se sintieron dichosas. Los muchachos, también con sus novias, pero más pragmáticos, se aproximaron de inmediato a la mesa en donde se destacaban las exquisiteces del cóctel y allí aguardaron a que los profesores dieran la bienvenida”.
“Primero sonaron los acordes del himno del colegio, coreado con entusiasmo por todos los presentes. Luego vino el discurso de la profesora de Psicología, plagado de detalles emotivos que hicieron brillar los ojos de muchos de los circunstantes”.
-No sé adónde quieres llegar- chillaron a coro mis dedos meñiques.
-Yo sabré. ¿De cuándo acá?- respondí con furia.
-Me estoy aburriendo, dijo el pulgar.
-Pienso lo mismo, retrucó el anular derecho.
Acallado este conato de rebelión, proseguí:
“Los alumnos se sintieron muy halagados de dar a conocer a sus respectivas parejas a la profesora de Psicología, quien quedó encantada por esta muestra de confianza. Siendo ella sólo unos cuantos años mayor que sus alumnos, veía a todos con condescendencia y cariño.”
“-Señorita Perry, le presento a Alan, mi novio- dijo entusiasmada Katia. El muchacho, alto y fornido, de admirables ojos azules, besó la mejilla de la profesora, quien respondió al saludo con un gesto de simpatía. Eran sus niños y eso la emocionaba en demasía”.
-Rubio de ojos azules. ¿Estás escribiendo el libreto para una película gringa?- preguntó con sarcasmo mi dedo índice derecho.
-Es un detalle- respondo.
-¡Detalle! ¡Discriminas demasiado! ¡Como lo del torito gay aquel!- replicó el acusador dedo, apuntándome a los ojos.
“La fiesta se desarrolló superando las expectativas que de ella se tenían. Pasada la una de la madrugada, la concurrencia comenzó a retirarse y sólo quedaron lindos recuerdos en el alma de cada uno.”
“Años más tarde, la profesora se encontró con Fanny, una de sus ex alumnas, ahora una exitosa médico cirujano. Se abrazaron con efusividad y como ambas habían salido a almorzar, concurrieron a un pequeño restaurant e intercambiaron experiencias. La señorita Perry ahora trabajaba en un centro educacional pero ya no dictaba clases, sino que su labor estaba enfocada a la formación de profesores”.


(Concluye)






















Texto agregado el 06-11-2013, y leído por 91 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
06-11-2013 ¿Se podrá escribir a 8 dedos mientras se juega a la videoconsola...? stracciatella
06-11-2013 ¿Y si los aplasto primero contra la puerta...? ayyyyyyy Cinco aullidos escritores yar
06-11-2013 Estupenda idea la de hacer intervenir (bueno, obstaculizar) los dedos en la construcción de la historia. Muy ingenioso recurso, muy creativo y muy bien llevado. Se nota el oficio de los codos. ZEPOL
 
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