Llevaba expedientes justo a ese Capitán de la Marina. La penúltima vez que fui, cerró la puerta; arma en mano me violó.

Nadie me auxiliaría. Impotencia y asco me dieron coraje.

Cuando finalizó, con mi dedo índice amenazador justo entre sus ojos, le dije: Me debés una.
No estaba protegida, solita me ocupaba de mis hijos. No me embarazó.

Al tiempo mi tío fue responsabilizado, por ser jefe, de un robo no cometido en su sección. Recientemente operado del corazón, yacía días en una fría celda de allí. Solicité ver al Capitán.

En menos que canta un gallo lo liberó.


Autora: Cielo Vázquez

Lo escribí para Retos y Concursos / CIEN XI
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