LO QUE NO PUDO SER
A pesar de mi profunda admiración, y haber escrito algunos cuentos en su homenaje, nunca hablé de la íntima relación que nos unía. Esta comenzó cuando yo era un ignoto joven presuntuoso y él un reconocido escritor. No viene al caso hablar sobre las circunstancias en las que nos conocimos, solo haré la salvedad que no tuvo nada que ver con la literatura , ni un hecho cultural. Supongamos… porque yo sé que en este momento ustedes se preguntaran, o me querrían preguntar: .-.-Pero dale, donde lo conociste a Jorge Luis?… Y yo guardare en secreto, una vez más, la respuesta que solo él y yo conocimos. Bueno él ya lo habrá olvidado, dado el tiempo transcurrido desde su muerte, aunque lo considere inmortal, y yo, ni ebrio ni dormido, como dijo Mariano Moreno, el l . ni aún a riesgo de mi propia vida, diré esta boca es mía. Pero vuelvo al, “supongamos”, que sería como, sería, habría, tendría, verbos potenciales al estilo TN. Supongamos, que fue en un piringundín de Palermo, donde nos encontramos para tomar un guindado uruguayo, según era su gusto. Y pongo este escenario, porque es posible que alguien nos haya visto en ese lugar, que sí frecuentábamos, y haya hecho correr la bola, y algún gil diga: .- Ah, ya sé… No, definitivamente, no. Ahí fue donde muchos años después tuvo lugar el encuentro que voy a relatarles. QuÉ suenen las tromperas, que redoblen los tambores !... En el proscenio, los protagonistas . La escena, en el interior antiguo y mugroso de un bar, oscuro como su fama, mostrador de estaño, respaldado por una estantería exhibiendo bebidas, telas de araña y tierra, conviviendo armonio, entre los que señoreaba, como jamón de sanguche, un galaico grasoso y rancio Destartaladas mesas y sillas de madera, espaciadas según fueron quedando , se nos ofrecían, impúdicas, como putas viejas. Elegimos, como siempre, unas junto a la vidriera, esmerilada de estornudos de café y huno. Yo con mis codos apoyado en la mesa, Jorge con sus manos cruzadas sobre su bastón y sus ojos en el infinito. Esa escena se repetía en cada uno de nuestros encuentros, el guindado era una coma entre palabras.
Días antes , le había dado con pudor, algunos de mis cuentos a Jorge, que ignoraba hasta el momento mi berretín de escritor. El fue quien comenzó la çonversación, haciendo referencia a ellos ( a los cuentos ) .- .-.Gato… Me dijo. Antes me decía Edgard, no como homenaje a Poe. Si no porque argumentaba que la castellanización bastardeaba un nombre germano tan simbólico, “el que defiende su tierra con la lanza”. Cuando conoció mi sobrenombre me llamaba por él, aducíendo que era el adjetivo del hombre, lo que se dice de él. Hasta que un día María le dijo que Neco quería decir Gato y desde entonces me llamó así. .—Gato, estuve leyendo sus cuentos, para ser sincero, desde mis humildes conocimientos literarios ,me parece que son prescindibles como tales, si no fuera por el respeto que usted me merece, los hubiera dejado al segundo párrafo, sin embargo los he leído a todos Desde la iletrada ignorancia popular, y desde esa visión podrían ser interesantes. No por la trama, desarrollo y contenido, sino porque están escritos en el lenguaje con el que ustedes se expresan. Tal es que pienso que la síntesis de un buen escritor sería la fusión suya y mía. Digamos, para ejemplificar, un hijo nuestro. .-.-Bueno, Don Jorge, muy honrado, pero la Bulrrech dice que usted es impotente, así que no hay muchas opciones… Yo le tengo mucho afecto, pero en realidad no me excita y aparte está medio viejo para ser madre. Lo nuestro es imposible Maestro. .-Hay Gato, Gato!… Justamente una de sus falencias son la incomprensión metafórica del lenguaje culto. Aunque en realidad lo que me atrajo fue el uso metafórico de las palabras, no de las frases simples y chabacanas del relato, sino en el uso del vocabulario lunfardo coloquial que las construye, done las obscenidades se convierten en metáforas insustituibles. ¿ Me comprende Gato ¿…Mi escritura, humildemente, es rica en muchos aspectos, pero mis personajes hablan y piensan como Borges, aunque pertenezcan a otra cultura. El lenguaje del hombre debe expresar su propia historia y transmitirla a sus iguales. Ni usted puede ser Borges, ni él, Gato. Se me ocurre proponerle intentar algo compartido, algo así como lo que hice con Adolfo…¿Quë.opina,.Gato.?... Un brindis y un apretón de manos sello el acuerdo. Hicimos varios cuentos en colaboración, lo peor que hicimos ambos… Un fallido y lamentable intento,
un pastiche total !...
.-.
|