La fila, es una sucesión de personas con pensamientos diversos que se reúnen ahí, con un mismo fin. La espera del turno es un mecanismo de organización al interior de la filas. Los antiguos así se comportaban en todas y cada una de sus relaciones: para cobrar la nómina, para pagar las compras, para pedir información, para pagar sus impuestos, para las tortillas, para el autobús, para el teléfono y hasta para hacer nueva fila sacando ficha. La complejidad de la fila radica en el tiempo. El interés mundial consistía en hacer menos tiempo. Y estos, son sentidos contrapuestos que se excluyen mutuamente, porque la fila implica un "estar ahí", varado, perdiendo el tiempo. Nace entonces el "ser eficiente". El ser eficiente es una quimera del pasado, un sujeto psicológicamente alterado que ha aprendido a adaptarse a las filas. Vive del estrés, su propósito, bien delimitado, es formarse en la mayor cantidad de filas al día. Ha aprendido a eludir los turnos, tolerante al calor, al cansancio y la desesperanza, el hombre de la fila es aquel que aprovecha el abandono de uno para avanzar un escaño. Armado únicamente con un crucigrama, provisto de una torta y un refresco, con muchos documentos en la mano, y portando sus grandes lentes en su atuendo; encontraras y No encontraras, al hombre que cumplía con las exigencias de su tiempo.