La historia que hoy vengo a contarles sucedió en vísperas del 25 de diciembre de 1899 en mi Londres victoriano. Desde hace algún tiempo para acá venía sintiéndome progresivamente débil, las ganas de vivir ya me habían abandonado y mi familia otrora centro de mi universo la encontraba ajena y distante, mi contextura gallarda y mi sana semblanza se venían desdibujando como si a un cuadro de ardientes girasoles, como los pintados por Van Gogh le fueran quitando todos sus matices hasta dejarlos en un débil y monótono blanco y negro.
Pero no les quiero hacer esperar más, solo les diré que desde el último instante vital que recuerdo, de repente aparecí en aquella sala.
Huelo el éter tan usado por mi como anestésico, mi corazón late pero a un ritmo atípico apenas imperceptible, oigo pisadas y voces frenéticas, diciendo, el paciente se nos va, revivámoslo, de repente uno de los doctores se abalanza sobre mi y me golpea el pecho de manera sistemática, están tratando de revivirme y creo que no tienen fortuna por que él sentencio: Lo perdimos, pero yo juro por lo que fuese que me siento igual, con todos mis sentidos aguzados menos el de la visión, ya que el sentido de la vista se me había privado.
Comienza el desfile de personas conocidas, mis padres, mi esposa, todos sollozan y están muy tristes, todos me hablan y les oigo pero los músculos faciales no me obedecen, yo siento claramente los latidos de mi corazón, pero ellos no lo escuchan.
Muchos de ellos aprovecharon mi estado para acercárseme al oído y me decían cosas terribles: Así te quería ver, por fin te fuiste, descansaremos de ti etc, etc. otros en cambio si me querían bien, por ejemplo la mejor amiga de mi esposa Marian me recitó un lindo verso donde lamentaba mi partida. Saben, para mi no había términos medios o me odiaban o me querían.
Ya para el momento estaba entrando en pánico y sobre todo había una pregunta sin respuesta que me atormentaba, ¿estoy vivo o estoy muerto? Y habían más preguntas sin respuestas, ¿como puedo tener conciencia? ¿cómo puede mi corazón latir sin que ellos lo oigan? ¿dónde ésta el túnel de luz que a los recién muertos espera?, y la voz cálida que te diga bienvenido hijo mío, estas en el cielo, inclusive admito que hubiera preferido que el mismísimo Lucifer se me presentara y me leyera en las puertas del infierno el letrero que decía "los que aquí entráis, dejáis para siempre todo resquicio de esperanza" por que al menos sabría a que atenerme, en cambio en mi estado actual la angustia de estar en un universo paralelo o que se yo, era para mi sencillamente abrumador y tenía tantas ganas de llorar, pero sencillamente no me salían las lagrimas.
Y así pasaron las primeras horas y me llevaron a otra estancia, donde me despojaron de todas mis vestiduras y me vistieron nuevamente de una forma displicente y rutinaria como se visten a los muertos para su último adiós. En lo que sería mi velatorio, lo deduzco por el olor parafinoso de las velas, mezclado con el olor dulce de las flores mortuorias como los Malabares y los Jazmines y el olor inconfundible del té usado para mantener despiertos a los asistentes. Los amigos y los no tanto iban y venían hacia mí y seguían diciéndome múltiples cosas, por lo menos en mi estado actual pude identificar quien me quería de verdad.
Y al día siguiente un 25 de diciembre, día del señor, me llevaron a mi entierro luego de velarme, me llevaban en un ataúd de caoba, así podía olerlo, me imagino sobre los hombros de mi padre y mis hermanos (como era la usanza del Londres de mi época) y comenzaron a bajarme al hueco que sería mi última morada y de repente como aquel que se resiste a morir y se lo juega al todo o nada comencé con una gran fuerza de voluntad a inspirar y aspirar silentemente, pero cada vez más fuerte, como quien sopla una hoguera apagada pero que comienza a atizar los primeros carbones, y sentí como las moléculas y enzimas de mi cuerpo comenzaron a vibrar, a calentarse, mis órganos acto seguido comenzaron a acelerarse y a tonificarse, de repente mi corazón apenas unos momentos atrás apenas audible, comenzó a aumentar su ritmo y mi sangre aun purpúrea comenzó a circular a través de cada centímetro de mis venas y arterias y el oxigeno comenzó a fijarse en mi hemoglobina y al fin pude mover un dedo…y pensé dios mió si pudieran verme u oírme, pero el ataúd estaba cerrado y afuera comenzaban a palear los primeros puñados de tierra sobre mi, y me dije es ahora o nunca y concentré toda la energía contenida en mi cuerpo en un solo objetivo, gritar, y como un volcán a punto de erupcionar pude decir (con toda la fuerza que había guardado y que me quedaba) ESTOY VIVO, ESTOY VIVO y me imagino que alguien oyó afuera por que no sentí mas tierra cayéndome y por que sentí el rayo de luz mas enceguecedor y esplendido que humano alguno haya sentido alguna vez, y luego terminaron de sacarme del hueco y poco a poco sentí que mi cuerpo progresivamente seguía tonificándose y por fin comencé a llorar con lágrimas húmedas de verdad y todos lloraron conmigo.
Y así pasaron algunos meses y comenzaron las investigaciones para encontrar los motivos de mi extraño padecimiento, hubo muchas teorías, una de ellas, y en la que más se creyó al comienzo, fue que tuve catalepsia, a la que llaman también la enfermedad de los enterrados vivos, pero uno de los forenses de Scotland Yard no se sintió satisfecho por que yo no tenía el perfil de una persona con esa enfermedad y entonces no cerró el caso; siguió investigando y cuando estaba a punto de rendirse consiguió un articulo donde se describía un veneno exótico sacado de una planta en el lejano Amazonas llamada Curare, que se usa como relajante muscular para aplacar los espasmos musculares como los que produce el tétano y éste investigador se ingenio un examen para detectar éste veneno en mi sangre y !!Sorpresa!! El examen dio positivo.
Entonces, no fue una enfermedad fue que alguien intento envenenarme, sólo que la dosis que me venían administrando en mis alimentos, con la complicidad de mi cocinera, coincidió exactamente con la dosis límite del veneno dejándome en un estado justo entre la vida y la muerte; lo que paso después fue muy doloroso para mi ya que el responsable de toda esta tragedia era una persona muy querida por mi y al cual yo consideraba mi mejor amigo.
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