Sentado en el sofá de dos puestos, con las piernas bien juntas y los brazos apretados sobre el pecho, Joaquín espera. ¿A qué hora toda esta fijación le tomó tanta ventaja? A él, un profesor de biología que llevaba, hasta hace poco, una vida simple, feliz?
Cierra los ojos mientras con sus brazos herméticos, aplasta el objeto de su locura. No se atreve a revisarlo, pero le queda poco tiempo, eso es un hecho.
Colgarle un cartelito del cuello fue idea de ella, a pesar de parecer un infante en su primer día de colegio, Joaquín decidió acogerlo como parte de su atuendo. Resultó más fácil que el intento del prendedor en la solapa. Era tan pequeño que la gente no alcanzaba a leerlo.
-La mente y sus barrotes -pensó. Al comienzo honestamente creyó que era una fase más. Lo mismo pensó ella. Estaban equivocados los dos.
“Los medios se transforman en fines.” Recordó que decía en voz alta su profesor de literatura mientras leía a la clase extractos de Sábato. “El reloj, que surgió para ayudar al hombre, se ha convertido hoy en un instrumento para torturarlo. (…) sostuvieron que la máquina, al liberar al hombre de las tareas manuales, dejaría más tiempo libre para las actividades del espíritu. En la práctica las cosas resultaron al revés y cada día disponemos de menos tiempo.”
-¿Y la pila? -No Juliana, es de cuerda -respondió mientras veía como ella se esforzaba por mantener su cara relajada y sonriente. -¿Y lo piensas usar todos los días?
-Menos tiempo -repitió mentalmente-, mientras se enderezaba en el sofá al notar que la pequeña de la silla de enfrente, hurgaba con su mirada el tesoro que permanecía aprisionado contra su pecho. Por alguna razón su condición le era indiferente frente a los adultos, pero lo avergonzaba terriblemente frente a los niños. Fingió dormir para hacerle frente a la mocosa entrometida.
Se dejó llevar hasta aquel día, cuando mientras fumaban un porro como epílogo de una calurosa tarde de asado, le escuchó decirle -Oye Joaquín, ¿no has notado como que te atropella con fuerza la convicción de que vamos contando el tiempo en forma regresiva? Es contundente, solo haz la cuenta de cuántos veranos nos quedan. ¿Los has contado?
-Los has contado? -se descubrió diciendo con tono de mofa en voz alta en medio de la sala de espera-
Entreabrió un ojo y sintió de inmediato la mirada fija de la niña y su madre. -Maldito! Venir a echarle leña a mi locura con filosofadas de borracho alucinado – pensó-.
Pero claro que los contó, no solo los veranos, sino las navidades, los años nuevos, aunque fue peor cuando contó los campeonatos de beisbol, los mundiales de futbol, ¿seis? ¿cinco? Con un pañuelo se secó el sudor de la frente, y aspiró todo el aire que le cupo. - Maldito!
Joaquín no tenia duda, la culpable era Juliana, ella y sus amigotes, tal vez la culpa la llevó a hacer todo lo posible por comprenderlo y apoyarlo. De haber sido al contrario, él la hubiera abandonado mucho antes de lo que lo hizo ella.
– Lo siento, pero no puedo invertir más tiempo en esta locura – decía la carta que ella le dejó sobre el mesón. Ni siquiera despidiéndose fue capaz de no mencionarlo, -pensó mientras negaba con la cabeza.
Hijo único, agnóstico furioso, casado y sin expectativas de tener hijos, Joaquín se consideraba a si mismo un hombre feliz. Su vida avanzaba en el cumplimiento de metas y actividades meticulosamente programadas.
-Tu rutina es tu nirvana -le decía ella entre risas cada vez que con cariño el rechazaba sus diferentes propuestas.
-¿Vienen quiénes esta noche? -Preguntó Joaquín mientras ella le acariciaba la cabeza. – Los Libres! Así decidimos llamarnos, por ser nuestra mejor característica en común.
-Y el objetivo de reunirse es? -Ninguno, -dijo ellá-, o ser libres, como lo quieras ver. Se que no lo harás, pero me encantaría que nos acompañaras. Dale Joaco, asómate cuando estemos en la terraza.
Jamás lo hizo.
Durante las reuniones, una cada semana, se quedaba en su estudio trabajando en el libro que esperaba publicar en cinco años. Influencia del agua en el cambio del ecosistema de las liquenoides enanas de la Sierra de Crispín. Soñaba con que coincidiera con su cumpleaños cincuenta.
Para el verano, Los libres estaban en pleno esplendor, eran una sola bulla. Sus conversaciones, como el agua, se fueron filtrando por entre las paredes, hasta inundar por completo el estudio de Joaquín. Ya no trabajaba, ahora escuchaba las disertaciones de los libres.
-Imaginen filmar la vida de una persona, completa, para verla después en cámara rápida. Fascinante! Lo malo es que el pobre fulano elegido no podría hacer nada, solo respirar inmóvil frente a la cámara.
¿Cómo hacer para que no muera mientras lo filman? ¿Sedarlo? Alimentado por sonda? ¿Y el baño? Bueno, igual pasaría a la posteridad, sería reconocido siempre. No tener vida en favor de la ciencia, ¿qué tal? Si a mi me lo hubieran propuesto de niño, sabiendo lo que después me iba a tocar vivir, hubiese aceptado de una, y estaría hoy dormidito, en paz, sin ser testigo del paso del tiempo, sin la cruda consciencia de que cada día soy más viejo y moriré. ¿No les parece? O mejor que simplemente me devuelvan a cuando tenia diez años, Eso!
-Y no te da pereza volver a comenzar? Chuparte nuevamente todo el sufrimiento del aprendizaje solo por ser más joven? No, a mi que me manden a mi infancia con el conocimiento que he adquirido hasta ahora, ahí si le saco jugo a la vida, para contrarrestar la injusticia de la madurez de saberlo todo y no tener tiempo para ejercer lo aprendido.
-Mira sabiondo, y que te manden ¿cómo? ó ¿quién?
-Bueno que se yo, alguien por allí debe haber descifrado la fórmula de viajar en el tiempo, alguien debe estar perfeccionando las genialidades de Einstein.
-Muchachos, todo esto son sandeces, no se puede viajar al pasado, no existe, solo hay un eterno presente, esto que acabamos de decir, ya no existe. ¿Se fijan? Tomen mi mano. Así. Ahora suéltenla, listo! nuestra agarrada de mano ya no existe, estas palabras que digo, ya!, dejaron de existir. Este grupo no existe, estamos aquí y al segundo ya dejamos de estar, y así. No hay pasado doloroso ni futuro incierto, mi tranquilidad se fundamenta en la firme creencia de que el tiempo no existe.
-Juli, el que no existe es tu marido. Muchachos, les pregunto, ¿quienes de ustedes lo han visto? Digo, ¿en carne y hueso? - ¿No será Juli que te inventas un marido para que aquí don Manolito te deje en paz? Me consta que las ganas que te tiene, existen!
-Peor por Manolo, y a mi maridito me lo dejan tranquilo. Necesita tiempo para ultimar los detalles de su libro.
-No me digas Juliana que ese hombre sigue perdiendo su tiempo, pero si desde que estábamos en la universidad ha trabajado cada noche en lo mismo. Francamente, como te lo soportas? que más puede analizarle a un pedazo de montaña?
–Me estas cagando Juliana! Joaco está que ni pintado para ponerlo de conejillo de indias de nuestras disertaciones. Ya sé, postulémoslo para que filmen lo que le queda de vida. Me pido sedarlo!
-Pero que dices Albertin, si no hace falta. Igual no quiero ver el video de un hombre tras un escritorio, mirando al infinito, inmóvil, sentadito sobre el libro que le ha robado todo su tiempo, y que, meticuloso como es, agendó para el 2020.
-Tranquilo Manolo, que puede ser un nano video. Mira, así sentadito como está, lo disparamos a la velocidad de la luz. Dicen que dependiendo de las condiciones, el tiempo varia, hasta se dobla y puede que ni avance, al punto que el corazón de las personas ni late. Un eterno Joaquín sentado, sin que le pase el tiempo, sin que le pase sangre por las venas, vivo sí, pero sin tiempo.
-Ahí si lo rematamos, porque como no le pasa el tiempo, no tendrá recuerdos, no hay nada anterior a ese punto, viste Juli, ahí te resolvimos el problema de tu eterno presente. ¿Qué tal?
Joaquín, sentado en su silla, tal como lo describían, fue testigo de cómo su respiración se paralizaba. No entraba ni salía aire. Intentó toser, pero nada, los oídos le zumbaban y las manos se bamboleaban sin control.
Todos lo vieron encaramarse a rastras y sacar medio cuerpo sobre la baranda del balcón que daba a la terraza, tenía la cara hinchada, roja, y botaba baba por la boca. El corazón de Joaquín se detuvo y su cuerpo cayó sobre las matas. Ese fue el principio de la locura de Joaquín y el final de “los libres”.
Con los abnegados cuidados de Juliana posteriores a las dos cirugías de corazón, los meses de convalecencia pasaron volando.
Para cuando caminaba, ya la hora que marcaba el microondas le generaba desconfianza, lo ponía nervioso, así que decidió desconectarlo. En invierno notó que el reloj de la cocina, en su opinión, avanzaba más rápido que el de su mesa de noche. Ambos fueron a parar a la basura. Cuando tapó con cinta la esquina derecha de la pantalla de su laptop para no ver la hora, Juliana se inquietó, pero decidió apoyarlo. – lo que te haga sentir mejor cariño, -le decía cada vez que el la miraba buscando en silencio su aprobación.
Su renuencia a poner citas o cumplir horarios se llevó al traste su planificada vida. Sin un plano que seguir, la necesidad de controlar el tiempo y sus infinitas variables se le convirtió en obsesión.
Consciente de que se agotaba su fuente de vida, se puso de pie y caminó directo a la recepción. Ahogado y sudoroso intentaba encontrar las palabas para exigirle a la secretaria que lo atendieran de inmediato, cuando notó que la abarrotada sala quedó estática.
Paralizados, todos lo miraban fijamente.
El pesado y enorme reloj que colgaba de su cuello, meciéndose a la altura de su ombligo, provocaba un sonido rítmico al rozar el cartel en el que escrito a mano se leía: Gracias por darle cuerda.
Giro sobre sí mismo, de forma que todos en la sala pudieran leerlo. Todos, con sus bocas abiertas. Se detuvo un instante frente a la secretaria, y sin decir palabra, volvió a sentarse en el sofá, esta vez con los brazos abiertos, como marco de su secreto tesoro.
Nadie notó que llevaba media hora absolutamente inmóvil, y solo cuando por el altavoz del consultorio se escuchó por tercera vez:- el señor Joaquín Olivos puede pasar! fue que la niña se acercó y dio cuerda a su reloj.
-Joaquín, tiempo sin verte! -Se escuchó mientras se cerraba la puerta del consultorio 3.
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