Yo te vi esa noche,
Sentada llorando en la esquina.
Esquivabas la luz de los faroles
Y te acurrucabas en las sombras.
Tus lágrimas se mezclaban con el barro
Y el temblor de tus manos
Con el movimiento de los árboles.
Un tímido vapor escapaba
De tus amoratados labios
Que apretaban nerviosos
Tu cabello por sudor empapado.
Quise acercarme y ayudarte,
Prestarte apoyo, escucharte,
Abrigarte y quizás sacarte
De esa patética y constante abstracción.
Pero ese recurrente miedo me detuvo,
No quería enfrentarme a tu realidad,
Tu rostro sucio y marcado
Contrastaba con el mío,
No deseaba mirarlo.
Fue ahí cuando te vi reclinada
Sobre el charco que tu propio
Reguero de llanto formó.
Ese fue el momento exacto
En que viste reflejada tu imagen
Y observaste el mismo rostro
Que veo yo todos los días en los espejos,
Las facciones asombradas y asustadas
De mi propio rostro.