Después de muchos días, transformados en horas, horas evaporadas en minutos, minutos tragados con el asco de la humillación y desdén, la vida le reprochaba justicia...
Sus lagrimas fueron secas y, sus heridas cauterizadas porque al fin la venganza toco a su puerta.
Silenciosa como la peor muerte, con la oportunidad puesta en bandeja de plata, se entrego al pecado del que tantas veces fue victima.
No le significaba ya caer al nivel del que fuese su verdugo tanto trecho.
Quiso probar lo prohibido suponiéndolo exquisito, dio un grano de cal por lo que recibió en dunas de arena.
Callo en un hueco sin fondo llamado desquite. Lo guardo para ella, nadie nunca supo. Solo se sabe que al beber del mismo veneno que tantas veces la mató, se inmunizó del pasado y caminando a su futuro libre, emancipada...