Despertó exaltado, de golpe, sudado y agitado. Era una noche oscura, seguramente la más oscura que le haya tocado vivir, sin energía eléctrica, sin luna ni estrellas que alumbren sus sentidos noctámbulos. Tal cual como si fuese un vampiro diurno, perdido y ofuscado en un ambiente impropio a su naturaleza.
Siente un ajeno dolor de cabeza, cree recordar parte de aquel pesado y anómalo sueño que ha tenido. No ve nada, se encuentra en la más oscura de las noches, solo en su habitación. Escucha una voz familiar gritando aterrada, era su hermana mayor.
Detrás del grito, un gemido acongojado y sufrido. El sin poder ver ni hacer nada, atinó a tratar de avanzar a la alcoba de donde provienen los quejidos. Con tan solo el tacto y su memoria quinésica, se abrió espacio hasta el pasillo, los gemidos iban en aumento, la pesadez del dolor escuchado. Mierda, parece una violación con tendencias muy sádicas –pensaba él mientras estaba abriendo la puerta del cuarto contiguo-.
Abre rápidamente la puerta de la habitación. De la nada todo se ilumina, queda cegado por unos cuantos segundos. A medida su vista comienza a retornar, ve una figura borrosa escapar rompiendo la ventana, algo animal, seguramente tenia cola, garras y alas. Pregunta a su hermana que ha pasado, que era aquello que la atacó y todas esas cosas que se nos ocurren tras un incidente de violencia. No hay respuesta.
Recupera completamente la visión. Se aterra al ver una masa ponzoñosa de carne, sin ninguna forma. Sangre en derredor a un tumulto de huesos y viseras entre mezclados. Su mayor impacto fue al observar bajo la ventana rota, una cabeza perfecta, como de maniquí, sin sangre, sin moretones, sin rastros de violencia ni dolor.
La cabeza de su madre bajo la ventana solo podía significar que aquella criatura demoníaca que divisó entre borrosa, también la había atacado a ella.
El joven quedó completamente solo en aquella mansión, impactado, traumatizado y atemorizado. Solo atinó a saltar por la misma ventana rota y suicidarse sin pensar en nada más. |