Eres una droga cuyo efecto no expira, que me envuelve por completo sin revelarme sus secretos, y haciendo nada, soy yo quien cae en la tentación de consumirte, hacerte mía, fusionarnos en un envolvente cálido, real, inconfundible entre sus colores, olores y sabores. Sabrás que soy para ti y que tú eres para mí, con cada parte de mí impregnándose en ti. Si te parezco ajeno, permíteme decirte lo contrario, convencerte del pasado que soñé para un futuro deseado, que existe entre historias fantasiosas, realidades comprobadas en la pantalla de tus ojos, ese pozo infinito de anhelos compartidos. Quiero invitarte a despecharte de tus principios, que te olvides de lo que sabes y te reencuentres en lo desconocido, en lo que hará que tu corazón se sienta vivo, torcido, enriquecido de lo actualmente prohibido. Si me permites, quiero hacerte feliz, que me deleites a diario con tu sonrisa, nutras la dicha de cada mañana en brisa, cobijarte entre mis brazos que sólo existen para aplaudir cada uno de tus trazos. Por qué fuiste la estrella que culminó en un réquiem, la manzana del edén que por miedo no probé, y ahora sólo me queda un agrio arrepentimiento, un sentimiento de coraje que nunca te conté. |