Osvaldo Arsendiga, más conocido como “Don Lalo”, por sus amigos, y como “Cococo” o “Pio Pio”, por sus nietos, debido a su gran pasión por las aves. Era un hombre de avanzada edad de subsistir sedentario, de cabello escaso y canoso, de amplia calvicie repleta de manchas hepáticas. Sus desproporcionados ojos plasmaban una mirada con disposición de aprender algo nuevo cada día, para incrementar el nivel de su gran sabiduría lograda con el pasar de los años. Su pequeña boca desdentada, carente de labios, trasmitía historias, consejos o enseñanzas adquiridas a través de su infinita colección de libros, y otras eran obtenidas por medio de sus experiencias vividas.
Osvaldo era un anciano barrigón, de apariencia agradable. La humildad resaltaba en su vestimenta, ya que normalmente usaba camisetas de mangas largas de colores apagados, un pantalón de buzo y chalas plásticas. Don Lalo, era un hombre extremadamente sociable, porque compartía su sapiencia por intermedio de diálogos, que parecían discursos, sin necesidad de conocer al receptor, o “sabedor y escucha”, como él denominaba a los integrantes de una conversación.
El Cococo era un anciano increíblemente cariñoso y tierno, con sus nietos y bisnietos, demostrándoles su monumental afecto, obsequiándoles caramelos y chocolates, siempre acompañados de sus fantásticas historias, las cuales serán recordadas en el presente y el futuro. |