Querida Carmen.
No sabés lo que me pasó. Volviendo a casa hice noche en Ranquil Norte y paré en un hotelito de la ruta, que ni vieras. Ya te voy a traer para que lo conozcás.
El dueño es coleccionista y decoró el hotelito con miles de cosas que me encantaron.
Por ejemplo, las cabeceras de las camas son paragolpes cromados de autos y a veces hasta con las ópticas incorporadas como veladores. Muy loco. Mario dice que eso es kitsch. Él lee cosas raras y sabe de todo, viste?
Otra cosa loca es que las mesas del desayunador son las de los trenes. ¿Te acordás aquellas del restorán hecho con vagones, sobre Avenida Calchaqui? Bueno, iguales.
Lo que más me encantó es que en el comedor del hotelito hay una bomba de nafta de las antiguas y que la manguera sirve para tirar cerveza. ¿Qué me contás? Mario dice que es una berreteada, pero a mí me pareció creativo.
Hay un rincón de fuego muy lindo, con unas butacas muy cómodas donde se puede escuchar música y hacer guitarreadas a la noche. ¿A que no sabés con que ha forrado las paredes? Mario dice que eso mejora la acústica. ¡Con hueveras de cartón, Carmen. Pintadas de dorado! Parece un bailable.
Después, el resto de paredes y la recepción, están tapizadas de posters de rockeros. Como los que tiene Facu en la habitación, pero de la época nuestra. No sabés qué manera de haber posters. De Sandro debe haber diez, por lo menos. Hay de los Beatles, de Madonna, de León Gieco. Mario dice que el tipo le quiso copiar al Hard Rock, porque hasta colgó unas guitarras criollas y una camisa brillante de la Mona Gimenez que pasó por allí de gira.
Bueno Carmen, te mando las fotos del hotelito con este mail. Anda viendo que elegís, porque algo de esto lo voy a hacer en casa. Imaginate nuestra cama con un paragolpes cromado de un “Chevy “, con las ópticas como veladores. Sabés la que te espera no?
Te quiero mucho Carmen. Nos vemos
Tito
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