La estrella
Aquella tarde después de salir de la escuela, Neida se dirigía lentamente a su hogar. Como en otras tantas ocasiones, no deseaba llegar, porque sabía que sus padres estarían, como siempre, lo hacían, discutiendo. A veces se decía ilusionada que tal vez ese día no sería así. Pero al aproximarse a su casa escuchaba de inmediato sus gritos. Esa tarde también abrigó una leve esperanza de que no estuviesen peleando. Sin embargo, cuando atravesaba el jardín, sintió que sus ojos se cubrían de lágrimas al escucharlos ofenderse sin descanso. Desesperada corrió hacia ellos. Su padre golpeaba sin misericordia a su madre.
_Por Dios, papá, es que quieres matarla? ¡Déjala por piedad!
_ ¡Cállate, muchacha del demonio! Y lárgate a tu cuarto!
_ ¡ Pues no papá, no me iré!
Dijo esto mientras se enfrentaba a él con la decisión que puede tener una niña de doce años. De momento el hombre pareció descontrolarse un poco ante su actitud, pero fue sólo por unos segundos.
_¿Con que muy valiente , eh? ¡ Haré que me pidas perdón de rodillas! Bastarán unos cuantos cintarazos para que no vuelvas a levantarme la voz.
Y sin esperar más empezó a golpearla. Su madre llorando le gritó
_ ¡ No a ella no, Rodrigo! ¡Es tan sólo una niña!
_ ¡Una mocosa, sí, pero que se revela contra su padre! ¡Y tú no te metas!
La pobre mujer intentó sujetarle el cinto, pero únicamente consiguió despiadados golpes y que la arrojara de una bofetada al suelo. Después continuó castigando a su indefensa hija. Cesó tal vez porque ya no podía alzar más el brazo. Estaba furioso, pues a pesar de tan espantoso martirio que sufría la pequeña, no derramó ninguna lágrima, ni suplicó compasión.
_ ¡Lárgate a tu cuarto, no quiero verte aquí!
Con el alma deshecha y sintiendo una gran pena en su corazón se encaminó hacia su recámara. Su madre intentó ir tras a ella, pero él la detuvo.
_ ¡Tú te quedas! ¡Te necesito!
_Rodrigo es que no tienes corazón? ¿No ves como la dejaste?
_ ¡Cállate!
Fue lo último que escuchó, sollozando amargamente se dejó caer en la cama. Su dolor era intenso, y se acrecentaba aún más al pensar en la furia con que su padre la había lastimado. Mil preguntas llegaban a su mente. ¿Por qué era así? ¿Por qué? Todas sus compañeras platicaban que sus papás las querían mucho, que las llevaban a paseos, les compraban vestidos muñecas, en fin tantas cosas. Ella se decía que se habría conformado con que se le tratara con cariño. ¡ Se sentía tan triste! Jamás en su vida había recibido un gesto amable de su padre. Desde que recordaba, siempre vio pleitos, nunca una sonrisa. Cuantas veces, cuando tendría algunos cinco o seis años, se acercó a su papá, anhelando que la abrazara, le relatara algún cuento o le dijera al menos que la quería, Cuando lo hizo sólo consiguió enfurecerlo y que le dijera que lo molestaba, que lo dejara en paz. Recordaba haber insistido en buscar su cariño, pero siempre fue lo mismo, así que no se acercó más a él. Aprendió a vivir con esa tristeza en su alma. En ocasiones se preguntaba si la trataba así porque que quizá no fuera su hija, y luego se respondía a si misma que eso no era posible. Era difícil para ella , que apenas contaba con doce años encontrar una razón a todo. Sus lágrimas brotaban a raudales de sus ojos, deslizándose y cayendo a las heridas produciéndole con esto tormentosos ardores. De pronto en medio de su desolación, vio que su alcoba se iluminaba con una luz color violeta. Sorprendida se incorporó para ver de qué se trataba. Aparentemente nada ocurriría, pero de repente algo maravilloso pasó. El techo se abrió y apareció una hermosa estrella que brillaba con gran intensidad. Neida se quedó sorprendida. No comprendía nada. Se preguntó si estaría soñando. Pero no, no era un sueño , una estrella estaba ahí. Y para aumentar su sorpresa la estrella le habló
._Neida, he venido a curar tus heridas.
_¿Mis heridas? ¿Cuáles heridas?
De momento no recordó. Algo extraño había pasado, porque mientras admiraba lo acontecido, olvidó, o más bien dejó de sentir dolor y ahora que la estrella le decía que la sanaría, creyó que francamente deliraba. Pues esto era imposible. Quizá tendría fiebre y se encontraba alucinando o seguro era que imaginaba alguna historia de fantasía que leyera en la escuela.
_Neida, no es tu imaginación, en verdad estoy aquí, y he venido a cambiar tu vida para siempre.
Iba de sorpresa en sorpresa, pues se percató que adivinaba el pensamiento.¿ Entonces que significaba aquello? Se preguntó.¿ Acaso un enviado de Dios? ¡ Qué gracia tan divina! - pensó - Así cambiaría mi padre. ¡ Pero que tonta soy! ¡Como sueño imposibles !
_No, Neida, eso es posible y precisamente a eso vengo. Lo primero que haré será sanar tus golpes con mis polvos mágicos.
El cuarto se iluminó de nuevo con aquella hermosa luz color violeta y después de eso, Neida se sintió bien, con una gran paz en su corazón ,sus golpes desaparecieron. Pudo experimentar una gran tranquilidad en su alma, y todo vestigio de temor se esfumó. Emocionada dijo entonces:
_ ¡Gracias, estrellita, por todo lo que has hecho por mí!
_Nada tienes que agradecer, pequeña. Eres una niña muy buena que merece ser feliz. Ven te llevaré a conocer un lugar maravilloso.
_ ¿Cómo, estrellita, cómo me llevarás?
_No te preocupes por eso. Estoy preparada.
_!Sí, estrellita, llévame contigo! Oh no, y mis padres? Por favor haz algo para que no peleen. Haz que papá sea bueno. Te lo suplico, estrellita.
_Por supuesto que ya lo he hecho. Observa.
Su asombro no tuvo límites. Pudo verlos y lo más fantástico, su padre arrepentido consolando a su mamá. Su corazón se lleno de infinita dicha. Había deseado tanto ese momento que sintió que sus ojos se nublaban por el llanto, mas esta vez no por dolor, sino por alegría.
_!Gracias, estrellita, gracias!
_!Cuánto me emociona verte feliz, Neida! Bueno ahora sí me acompañarás, verdad?
_Sí, estrellita, a donde tu dispongas.
_Cierra los ojos unos momentos. Yo te indicaré cuando los abras.
Obedeció a la estrella y de pronto se sintió levantada por algo que no supo descifrar que era. No pudo ver que de nuevo apareció la luz violeta que todo lo envolvió. Al desaparecer ésta, la estrella le ordenó.
Puedes abrir los ojos, Neida, hemos llegado.
Un tanto temerosa obedeció, quedando sin palabras por la sorpresa de encontrarse en un lugar tan fantástico. Parecía extraído del cuento más maravilloso existente. Deseó en esos instantes poder describir exactamente aquella divinidad. Había enormes árboles con hojas desconocidas para ella, lindas rosas de muchos colores , mariposas que volaban entre ellas, deleitándose con exquisitos y variados aromas. Pájaros que entonaban las melodías más extrañas, pero preciosas que nunca imaginó escuchar. Fuentes cuyas gotas semejaban, al caer, rubíes y esmeraldas. En fin era un espectáculo digno de admirarse. La estrella habló de nuevo.
_Neida, ven, aún falto algo.
De repente apareció ante ellas una enorme puerta de oro. Neida se quedó estupefacta. ¿Cómo era posible que estuvieran pasando cosas tan increíbles? ¿ Qué misterio era todo aquello?
-Se decía- ¿Qué…
_Entremos, Neida –dijo la estrella interrumpiendo sus pensamientos- Te espera algo maravilloso.
Y en efecto cuando la puerta se abrió y pudo darse cuenta de lo que contenía aquella sala que parecía no tener fin, de sus labios no brotó una sola palabra. Hubiera querido gritar de contento, pero la alegría se lo impidió. Había cientos de vestidos de colores divinos, muñecas que caminaban, lloraban, hablaban; juguetes de los más variados surtidos. Dulces, chocolates y colaciones, en fin era todo lo que tantas noches había soñado. La estrella habló.
_¿Te gusta lo que ves, Neida?
_!Me encanta, estrellita! –al fin podía hablar- ¡Es bellísimo lo que tengo ante mí!
_Pues todo es tuyo, Neida. Es el premio a tu bondad.
_¿De verdad, estrellita? ¡Gracias. Muchas gracias! ¡Al fin se cumplió mi sueño! ¿Pero cómo los llevaré a casa? Son bastantes cosas, no podría.
_Eso ya lo tengo previsto. No te preocupes.
_Piensas en todo, estrellita.
_Ven tomarás un vaso de leche. Te hace falta. Enseguida lo traerán.
_¿Quién?
De inmediato se escuchó un ruido y lo que vio la dejó perpleja, un cometa traía el vaso, al acercarse a ella, apareció una mesita de cristal. Ahí lo colocó. Luego se escuchó el mismo ruido y desapareció.
_Toma el vaso y bebe, Neida.
Así lo hizo. No bien había terminado de tomarla, cuando sintió que sus ojos se cerraban. Y ya no supo de ella. Fue envuelta por la luz violeta de nuevo. El sol que penetraba por la pequeña ventana de su recámara la despertó. El recuerdo de lo sucedido llegó a su mente. Y se dijo para sí misma: -¡Qué sueño tan hermoso! ¡ Pero sólo fue eso, un sueño fantástico! ¡Imposible que una estrella sanara mis golpes! Lo había dicho mecánicamente. Mas al observar sus brazos esperando encontrar la huella de la despiadada golpiza, se quedó sorprendida. Nadie diría que la tarde anterior hubiera estado tan lastimada. Entonces no fue fantasía, ocurrió en verdad- se dijo- o acaso…
Unos leves toquidos la interrumpieron.
_¿Quién es?
_Tu papá, hija. Abre por favor.
¿Mi padre y hablándome con tanta dulzura? Debí escuchar mal- se dijo- Esto es imposible.
La voz se volvió a escuchar.
_Neida, mi princesa, abre te lo ruego.
Ya no esperó más, saltó de la cama y corrió a abrir la puerta, abrazando de inmediato a su padre, olvidándose de temores y angustias.
_Hija, mi adorada, hija. Mi tesoro, ven vamos a darle los buenos días a mamá.
_Sí, papá , vamos.
Ya no quiso preguntarse nada, sólo disfrutar de que aquella felicidad que estaba sintiendo. Su madre los esperaba para desayunar.
_Rodrígo, Neida, mis amores, el desayuno está listo.
De pronto pensó en los obsequios de la estrella, y sin decir nada corrió a su cuarto, sólo para comprobar , como lo había pensado, que todos ellos estaban ahí. Feliz mirando al cielo exclamó:
_ !Gracias de todo corazón, estrellita linda!
Romie |