Inicio / Cuenteros Locales / aefe / Los clásicos
[C:531291] | ||||
Estoy mirando el partido del Barcelona versus el Real Madrid, curiosamente, el primero en vivo que pasan en formato de tres dimensiones (por favor, entienda que decir esto no es una manera de alardear que tengo suerte de poder apreciar esto hoy. Supongo… jaja). Espero este evento en todo el año deportivo porque es el único perfecto contraste con el otro partido que antes consideraba incomparable: Boca Juniors contra River Plate. Verán, personalmente considero que el fútbol tiene una parte técnica, en cuanto a la gracia, a la perfección del atleta, o en la posibilidad de hacer un movimiento físico que la persona regular no podría hacer, en el caso del derby español; y la otra, igualmente válida y por ende paralelamente equivalente, en cuanto a la pasión generada en el deseo de estar ahí abajo, de ser vistos a ese nivel. Se trata de la ambición de ser algo y que no pudo ser. Que llegaste poco o no saliste campeón demasiado, hasta el muchísimo más regular “me rompí”. Eso va generando que la persona vaya a la cancha para gritar y bailar, porque lo hace sentir parte. Le permite descargar, como le dicen, su frustración de la vida que es corriente en Sudamérica, no especialmente plagada de lujos. No me refiero a una mala vida, si no que cuando el deporte es una de las maneras más simples de ser alguien y salir adelante, es mucho más común que haya personas con el mismo deseo en la niñez que, naturalmente por mayor número de competidores, no pudieron cumplirlo. En cambio, en el viejo continente, la mayoría de la población está en un nivel de estabilidad económica y cultural, que les permite vivir con más tranquilidad y contemplar su futuro de una manera diferente. Entonces es más usual que su deseo de concurrir al estadio tenga que ver con la parte netamente vinculada al espectáculo. Como contrapartida, aquí quienes concurren a ver el partido, se convierten en lo que se llaman “las hinchadas”; que van y se dan todo por su equipo. Sólo algunas camisetas son lo tradicionalmente afortunadas de tener un buen respaldo anímico desde sus tribunas. Pero sólo una tiene la mayor cantidad de gente, y así el primer puesto en lo que refiere a la variedad humana que puede representar. A esto es consecuente, entonces, la manera en que esta gente puede apoyarlo energéticamente con su canto de Domingo. Tanto así que en conjunto se vuelven un jugador: el número 12. El que con su aliento hace al equipo empezar en todos los partidos con ventaja deportiva. |
Texto agregado el 26-10-2013, y leído por 84 visitantes. (1 voto)
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login |