A veces viven arropadas bajo acartonados cartapacios, destripadas, arrumadas. Atesoradas, sí, pero rezagadas. Las hay tejidas, dispuestas en rítmico orden formando liniecillas paralelas que caminan sin descanso, sin límites, sin tiempo. Garabateadas, digitadas, dictadas, susurradas, silenciadas. Atarugadas, cual pedazo de carne que después de mucho rumiarse se desliza asfixiante por la garganta, bien sea entrando o saliendo, ahogan, rasgan, incomodan. Audaces, siniestras, desgonzadas, desvergonzadas, somnolientas…
No importa. Igual todas ellas me hacen cosquillas, me coquetean. Me sirven de corazón, de escudo, de remo. |