He destrozado sonrisas derramando toneladas de hiel a quienes me pelan los dientes, he alborotado las noches serenas de los que duermen en paz, arrojándoles pesadas cadenas en sus melifluos nidos, me he complacido con las catástrofes que eliminan de un plumazo a tantos seres y me he sentido conforme porque la proporción geométrica a la que alude Maltus, ha sufrido un enorme traspié. Me he construido un castillo de negaciones y una piscina de intrigas, adiestro a un rotweiler para que mañana me haga añicos el alma. Mi pan es la venganza, almuerzo injurias y ceno aves rapaces para que me insuflen su energía destructora. Duermo y sueño que ahorco a alguien, despierto junto al cadáver de un maldito que luego cuelgo en mi bosque de postales nigromantes. Invoco a aquellos que arden en el infierno para aprender sus técnicas y sus sortilegios, la paz es un ave agorera, no es nuestra, ni siquiera de los sepulcros, la paz es la excusa del cobarde, nunca he odiado en paz y ninguna disputa se gana invocándola sin luego dudar si aquello es efímero. Acudo a mi catafalco, conozco el árbol que me proporcionó el lecho eterno para mis huesos inquietos, me acuno en el antro de futuros gusanos con los cuales haré mi propio festín, me divertiré en el espectáculo cruento de la solemne disputa de mis despojos, dominaré mi ocaso y quizás algún día regrese con otra carcaza para pintarrajear con desdén las paredes del útero de la que será mi madre…