De piedra y de Sal
No mires atrás o quedarás convertido en piedra.
No mires atrás o te convertirás en estatua de sal. En estatua de sal queda convertida la vida, se quedó así, inamovible, congelada en el tiempo, suspendida, intacta en el recuerdo hasta quebrarse ante la realidad del regreso que no llega.
Y me doy cuenta que la vida siguió igual sin mí. Y mi vida siguió igual sin ti.
Y te quedaste viviendo en mi memoria, igual que las olas de ese mar que no es mar. Ese río como mar que acaricia tus pies con su espuma dorada. Puedo sentir el rumor acompasado de sus olas, y la llovizna helada cortándome la piel, la ira del viento azotando las rocas, la tibieza del sol en el verano y el perfume de la hierba húmeda en las mañanas. Puedo sentirlo todavía, pero no puedo tocarte.
Y contigo se quedaron los árboles nudosos cargados de años en las veredas de la ciudad que los ama. Se quedó la música vibrante de los tamboriles en febrero, cuando hacen temblar los adoquines, sube por el vientre hasta el pecho, y sacude las caderas, con ese ritmo que atravesó mares y siglos.
No importa si fue porque quise, porque tuve que hacerlo o porque me empujaron. Mi corazón sangra desde entonces.
No mires atrás o te convertirás en piedra. Porque mirando atrás la vida se te escapa, te pierdes el hoy y hasta el mañana.
Gota a gota se desliza mi sangre por las grietas de esta estatua que no gime, ni llora, ni grita, ni siquiera te menciona.
Hundo mis pies en este mar, azul, cristalino, tibio y dejo que se lleve un poco de mí. Tal vez sea la única forma de volver a ti, disuelta en la sal de un océano lejano.
MI vida se fue llenando de gente nueva, que me quiere a medias por conocerme a medias. Se fue poblando de otros paisajes y de muchas lunas bajo mucho otros cielos.
Dejé entrar el nuevo sol por la ventana y entró el canto de esos pájaros que cantan un idioma diferente al de tus pájaros.
A cada paso que di, alejándome de ti, fui perdiendo un poquito de mí. Tomando piezas de aquí y allá para llenar los espacios que se abrían dolorosos e irregulares, fui formando mi nuevo yo, como una colcha de esas que se tejen con restos de hebras de lana de colores. De esas que cosen las mujeres de Norteamérica, con trocitos de tela, donde cada retazo, cada cuadrito cuenta un hito en la historia de la dueña de la colcha hasta transformarse en un mapa de su vida.
Pequeño gran rompecabezas, mi alma. Colcha multicolor que me envuelve, me abriga y me protege. Que contará mi historia de exilio y desarraigo. Que hablará de mi amor por ti, tan a contra mano.
Te dejé de ver estando entera. ¿Te volveré a ver? Tal vez. No sé. Pero si es así ya no seré yo la que vuelva, será esta nueva yo, hecha de trocitos de aquí, de allá, de todos lados, hasta de ti.
Y mientras seguiré viviendo, completándome, nutriéndome, llevando dentro de mí los lugares, las gentes, los afectos, en cada cuadradito del mapa de mi vida.
Trataré que mi corazón no se endurezca como la piedra y me derretiré como la sal de mis lágrimas, si puedo volverte a ver….
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