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Ayer a la mañana decidí ir al Club de Cazadores, habían planeado realizar una reunión de miembros con el propósito de contar las aventuras vividas y yo quería contarles mi última experiencia.

Cuando llegué ya había varias personas esperando para relatar sus historias por lo que me arrellané cómodamente en mi sillón dispuesto a escuchar lo que tenían para decir. Luego del desfile de interesantes andanzas y peligros se produjo un momento de silencio que aproveché carraspeando para llamar la atención y comencé:

Unos meses atrás, viajé a la sabana africana buscando un raro espécimen de león blanco que según los nativos había sido visto merodeando en la zona, me sentía feliz de pensar que su cabeza y melena luciría muy bien sobre mi chimenea.

–Me aseguré la asistencia de un grupo de nativos para acarrear mi impedimenta y armado con mi mejor rifle de alto poder comencé a buscar la presa en la vasta expansión de tierra donde se la había visto por última vez.


En este momento, me di cuenta que ya había capturado la total atención de la multitud reunida en el salón y que varias personas dejaban el bar para acercarse a seguir mi relación.

Luego de caminar algunas millas, proseguí relatando, encontré las primeras huellas del animal; decidí seguirlas yo solo porque mi grupo de nativos se negó a proseguir alegando no sé que míticas supersticiones tribales y arguyendo que el león era muy peligroso porque ya había matado a seres humanos.

–Dejando de lado estos argumentos como tonterías que eran, seguí mi camino hasta que un tiempo después pude reconocer la blanca melena de un magnífico macho moviéndose lentamente por la espesura.


Ahora, la audiencia estaba colgada de cada una de mis palabras.

Me acerqué silenciosamente al resguardo del viento para evitar ser descubierto por las agudas narices de la fiera y busqué un buen lugar para asegurar el disparo. El animal se estaba alimentando perezosamente al estilo de los grandes gatos ignorando totalmente sus alrededores de modo que tuve tiempo de elegir el lugar exacto, tanto es así, que ya me felicitaba por tan buena caza.

–Mientras comenzaba a elevar el rifle hasta mi cara, escuché un sordo gruñido hacia mi derecha. Sorprendido miré hacia los arbustos cercanos y pude ver una gran leona blanca que ya estaba saltando para morder mi garganta…


Hice un largo silencio mirando a mi audiencia…

Luego de hacer estirar el mutismo hasta una inaguantable tensión, uno de los presentes no pudo soportar más y preguntó en un hilo de voz:

Y… ¿cómo escapó?

No lo hice, contesté, –mientras me disolvía rápidamente en el aire.

Texto agregado el 21-10-2013, y leído por 588 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
23-12-2013 Qué golpe de efecto! Y es que te tensas con la audiencia, y te quedas de tal manera, que puedes trasladar esa emoción a los testigos de la narración, aunque no la hayas continuado. Muy buen desenlace (efervescente, quizás). ikalinen
25-10-2013 Jjajaaj. Genial. Mucho. Jajajaj. Qué deleite. Me encantó. Tiene chispa, magia y muchas cosas más. Un abrazo. SOFIAMA
23-10-2013 ¡Tremendo final! En realidad, logras la atención del lector y lo sorprendes al final. Me ha gustado. Te felicito. elpinero
22-10-2013 Muy bueno, me encantó! Carmen-Valdes
22-10-2013 Bravo, bravo!! Felicito tu pluma creativa... te abrazo. gsap
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