No podía pensar en otra cosa:
"Excavar, excavar, excavar, excavar, excavar..."
Piedras, andrajos, escombros, ladrillos rotos, condones usados, condones rojos, compresas, tampones, gusanos, larvas, condones amarillos, barro, pieles, arcilla, pepitas, cemento, mis manos ensangrentadas... todo, todo volaba por los aires en un desesperado intento por asentarse en el espacio.
De pronto sentí el gélido tacto de una mano sobre mi hombro. "Está viva" me susurró al oído con voz queda, carente de emociones.
Me desplomé hacia atrás sobre mis nalgas desnudas. No pude evitar repetir aquel par de palabras que retumbaban una y otra vez, como un eco sordo, por los recovecos más intrínsecos de mi alma.
- Está viva... - murmuré mientras un par de fugitivas gotas de sudor se deslizaban por mi rostro coloreando mis mejillas de una tonalidad gris almíbar.
-¿¡ Está viva !? - grité una vez más sin salir de mi estupor.
No sé si por plena satisfacción o esquizofrénica desilusión, pero comencé a gimotear entre guturales carcajadas.
-Sí, hijo. - respondió aquella helada y estrambótica voz - No es una de los nuestros. Despídete de...
-No. - corté iracundo por lo sano - Vámonos. |