El tenue crepitar de los vehículos en una mañana lluviosa hacen presagiar una plomiza jornada de primavera. Se escuchan lejanos trinos de borrosos pájaros que se esconden entre los brotes de los árboles de la calle aún dormida. Estalla el sosiego por el sonido de un avión en la inmensidad del cielo. Las cansinas gotas de lluvia rozando unas plantas que las mecen simulando una suave brisa. Por la ventana se oye el inusual aullido de una sirena, canto desesperado del que necesita ayuda. Lejanos reclamos de niños en un espacio indefinido que se apagan de repente. Pasa revista por la casa una intrigante presencia felina que se anuncia con un maullar mezquino. Con desplazamiento cauteloso se impone en su territorio ubicándose en las alturas del mueble de su preferencia. Una mañana que comienza a despertarse al ritmo del inconfundible aroma del café humeante a punto de ser devorado.
Un delicado comienzo de domingo en un suburbio porteño.

OTREBLA