Soy la hierba fresca que reverdece en primavera
Soy la brisa alocada o suave que arrebola tu cara.
Soy el árbol inmenso añoso hecho leña, sin piedad.
Soy el viento, soy las nubes, y puedo ser roca.
Más si me envías los mastines, ellos fenecerán.
Y verás mis huellas en la ardiente y vieja arena.
Mi mente vaga por los andurriales de la faz de la tierra.
No obstante a pesar de tus palabras maliciosas.
Ellas me incitan y mi búsqueda se hace tenaz.
A pesar de las incomprensiones de tu atribulada alma.
Ellas se alojaron en la mía, cual ígneo fuego voraz.
Tú eres el karma que se instaló en mi vida, el cual me devora.
Quiero ver tu rostro, aunque sea a la distancia, antídoto de amor.
Más los vientos hoy soplan magros, y la tempestad se avecina.
Y solo una breve y fugaz sonrisa maliciosa solo de ti, recibí.
Ello me atrapó en sentimientos lúgubres, donde la luz se consumió.
Raúl Amador Irusta