No era tanto la necedad de penetrar sus orificios
ni la efímera ansia de carne,
moría por saber su dosis de ruido,
fue mucho pedir algo de catarsis al silencio.
Texto agregado el 17-10-2013, y leído por 144
visitantes. (1 voto)
Lectores Opinan
20-10-2013
bien ¡¡
loselegidosdelsol
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