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COSAS DE LA CIUDAD


Por seis cuadras de mierda me fui a meter en el microcentro con vehículo propio y todo, es una locura pero ya es tarde para lamentaciones… Y ahora tengo en la primera nomás un embotellamiento de la gran siete, y estoy avanzando a paso de un hombre lerdo y con duras penas sobre la espalda. Los semáforos no dan abasto, y los transeúntes que tienen que cruzar entre nosotros protestan porque nos quedamos justo sobre la senda peatonal que les corresponde a ellos y en buena ley. Nos reputean, pero qué otra cosa podemos hacer nosotros que seguir en el auto con las bolas sobre el piso de tanto esperar y esperar también, nada de nada digamos. Es que nadie tiene la culpa que esta saturación nos invada en una gran ciudad donde las calles van quedando angostas por este aumento desmedido de nuestro parque automotor… Por fin una luz verde por allá adelante y avanzamos, cruzo esa interjección pero ya diviso que en la próxima tenemos más de lo mismo. Como por obra de arte veo un precioso parquímetro libre y me le tiro nomás en un abrir y cerrar de ojos. Sin pensarlo porque estaciono acá y me voy caminando, qué tanto joder. Y me sumo a esta marea de transeúntes que sin importarles a qué lado voy me arrastran hacia donde ellos quieren. Y como uno más del rebaño cruzamos la calle haciéndole puro caso a ese hombrecito blanco que apura y apura desde ahí arriba como un buen pastor que parece... Pero ya tengo mis dos cuadras ganadas por esta vereda, y es bastante me aliento. Mientras que no me tumben, porque me pisotean y seguro que entero no me levantan. Doblamos en la esquina y me toca marchar pegadito a la pared. Creo que falta poco, pero pasan y pasan las vidrieras y la que busco no aparece. Es una ferretería estrecha, y ya no sé si no me la pasé de largo. Ahora creo que está del lado de enfrente y para allá voy. Cruzamos en la otra esquina, y retorno, pero esta vez elijo caminar por sobre el cordón. Me parece tener mejor perspectiva de lo que estoy buscando, entonces sigo y sigo pero nada veo entre este apretado desfile que me acompaña como una maldición eterna. Freno, descanso, recapacito, medito y especulo apoyado en el semáforo de la esquina, y esa corriente de la gente amenaza con volverme a succionar... Ya no quiero seguir . No obstante tomo coraje y me lanzo a una más como última posibilidad en la vida. Llego mitad de cuadra y lo más conocido que distingo es a mi propio auto esperándome intranquilo del otro lado. Y sí, tiene razón, miro el reloj y la hora está por vencer. A un minuto de la grúa y multa encima, intento cruzar rápido sorteando cada auto demorado donde los conductores ya las bolas por el piso. Pero están por arrancar y es una suerte para ellos, pero los demoro, y esas caras enardecidas se van asomando a mi paso para reputearme como corresponde antes que uno pueda atropellarme impunemente, pero con toda la razón del mundo. Y yo los comprendo, y los reputeo también mientras puedo...

Texto agregado el 17-10-2013, y leído por 173 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
21-10-2013 me gusta esta forma de contar,te sale de adentro la rabia y la indignacion de una situacion caotica y se puede ver al personaje sufriendo. jaeltete
18-10-2013 qué buena instantánea del caos en la cuidad. Se nota que anduviste bastante por ahí. Me gustó mucho la redacción, muy amena para leer. biyu
 
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