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Era de todos, y no era de nadie.
Todo el mundo lo quería, lo estimaba, lo mimaba. Era el preferido del barrio, era el único al que se le permitía todo, todo se le perdonaba.
Vienen a mi memoria esos tiempos, hace mucho ya .Recuerdo cuando en la casa de mi niñez, con sus ventanales siempre abiertos, para que entre el sol y se ventilen los pesados muebles, heredados de no se cual tía abuela, y además porque no decirlo, por costumbre, por tradición, siempre se tenían las puertas y las ventanas abiertas, ninguna puerta se cerraba jamás con llave. No había necesidad , en el pueblo todos nos conocíamos.
Recuerdo cuando el llegaba con su magnificencia a visitarnos todas las tardes. Como lo esperábamos, todas las tardes eran momentos de algarabía haciendo los preparativos para su llegada.
Era siempre el mismo horario, al atardecer, cuando el cielo tomaba esos colores tan característicos de los atardeceres de verano, que siempre voy a asociar con la casa de mis viejos.
Llegaba con su porte distinguido, con su andar tan característico, todo en él decía “acá estoy, atiéndanme como lo merezco, trátenme bien”.
Y la casa se convertía en fiesta hasta que se iba, corríamos alrededor suyo para mimarlo, para brindarle todo lo que se le apetecía, porque como dije antes, nada se le prohibía.
Así iba de casa en casa reclamando la atención que nadie dudaba en darle. Todas las tardes hacía el mismo recorrido, comenzaba con la casa de mis tíos, seguía con la de mis primos, que están una al lado de la otra, luego se detenía en la esquina de mi casa como decidiendo con cual seguiría, luego de meditarlo por unos segundos se dirigía hacia mi casa, pues sabía que siempre alguien lo recibiría y luego seguía con las restantes casas del vecindario terminando su recorrido. Una vez finalizado se volvía a su casa , en realidad nunca supe donde se dirigía era todo un misterio donde pasaba su tiempo fuera del barrio.
Lo único seguro era que todas las tardes a la misma hora volvía.
Así pasaron los días de mi niñez, esperando el atardecer, esperándolo para divertirnos, siempre reclamando la atención debida, pero imposible negársela por más excesivos que fueran, todos lo queríamos
Un día el sol comenzó su descenso para darle lugar a la luna, el color del cielo varió hasta quedar totalmente negro, la noche había caído y nosotros aún lo esperábamos, no llego, ni ese ni los días siguientes, y nos preguntamos durante ese tiempo donde estaría
Mucho tiempo después nos enteramos cual había sido su destino.
Alguien, aún no sabemos quien, se lo llevo consigo, ignorante del afecto que le teníamos, se deshizo de él, Tal vez por miedo, por odio, o por falta de comprensión, nos lo quito para siempre. Dejándonos solo con los recuerdos de esas tardes y la costumbre de esperarlo con su plato preferido cuando el sol caía en la tarde, con la certeza que nunca llegaría a jugar nuevamente con nosotros.
Su nombre era Goliat, extraño nombre para un perro, siempre lo recordaré. Así como estará en la memoria del vecindario porque como dije era de todos y no era de nadie.

Texto agregado el 19-08-2004, y leído por 192 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
31-08-2004 ES DEMASIADO PARECIDO A LA CANCION "CALLEJERO", TIENE LA MISMA FRASE QUE LA TUYA Escaflowne
 
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