Tú, que eres tan lejana.
Tan santa, tan inmaculada.
Dame ahora la extremaunción.
Deseo morir, deseo partir, ahora ya.

Pero antes quiero saber, deseo saber,
¿por qué me siento tan mal?
Si la beneplácita muerte es tan dulce como tus labios,
¿por qué, dime por qué, me siento tan mal?

Y si no puedes responder, has el favor de callar.
Pon tu mano en mi pecho, arráncame el corazón y obsérvame sangrar.
Hasta que mis venas sean cuerdas con las que puedas tocar.