Afuera la lluvia cae, golpea contra las ventanas, moja las calles y a aquellos transeùntes desprevenidos que salieron del resguardo de sus hogares sin paraguas, sin piloto.
Afuera llueve la cita era en la esquina de Arenales y Gallo, no se conocìan , no en el sentido formal de la palabra, se conocian como se conoce ahora a todo el mundo, a travès de internet.
Afuera, las gotas sobre el pavimento hacìa globitos, ella impaciente habìa llegado diez minutos antes que la hora convenida, querìa estar ahi entre las sombras, espiar el futuro, ver como era su cita, antes de que la viera, oculta entre las sombrasde un zaguàn, esperaba, impaciente mirando el reloj, impaciente y culpable por no jugar limpio a las citas a ciega, temerosa de una decepciòn.
La lluvia sigue cayendo, la gente corre por las veredas cubriendose las cabezas con portafolios o diarios, los màs excèntricos se ataban bolsas sobre sus cabellos.
Hacìa varios meses que se conocieron a travès de Internet, lugar amorfo, donde todas las almas van a parar, ya sea por curiosidad, por soledad o tan solo para estar a la moda, lo que suele llamarse seguir el rebaño. Ella se autoconvenciò que lo habìa hecho solo por curiosidad, porque en su trabajo todo el mundo hablaba de la gente interesante que se puede conocer por medio de ello, y ella se quedaba en silencio sin objetar ni incluir comentarios, nunca le habìa atraìdo esa forma de relacionarse, a pesar de vivir en soledad, a pesar de no tener muchos amigos, solo sus compañeros de oficina, los cuales se reunian una vez al mes a beber unas cervezas y criticar a sus jefes, lo usual digamos.
Pero un dìa decidio romper la rutina, no sabìa muy bien como hacer , pero bueno... ahi estaba y conocìo a un hombre y desde ese dìa charlaban todas las noches a la misma hora, hablaban de todo, no tenìan impedimentos para encontrar un tema de conversaciòn, las palabras fluìan por si solas, de las manos de ambos.
Llueve, el flujo de gente amenguaba, ya casi todos han llegado a sus destinos, la oscuridad se instalò en la ciudad con autoridad y con la complicidad de la lluvia. Los pasos de los desconocidos son cada vez màs espaciados, la lluvia cae con màs fueza, ella se arrebuja dentro de su impermeable y piensa que acaba de cometer una terrible tonterìa, bueno en realidad la tonteria comenzò esa noche al entrar en ese cibercafè. Ahora estaba en el juego y tenìa que jugar, con este argumento se daba valor.
Atenta a cada paso, ya casi es la hora del encuentro, mira hacia ambos lados de la calle, èl dijo que iba a ser puntual, para demostrarle confianza se lo habìa dicho medio en serio, medio en broma.
La lluvia cae, ella a pesar del resguardo esta empapada y se maldice por no haber suspendido, mira el reloj, falta menos escucha pasos, de hombre, no hay nadie en la calle salvo claro esta un hombre, uno solo; lo reconoce por el piloto que el le describio para que lo pueda reconocer, pasa por su lado, no la ve, ella esta en la oscuridad. Ella lo mira, huele su perfume, le gusta de repente se da cuenta que ese hombre que acaba de pasar la atrae, le gusta, èl camina con paso ligero hacia el punto exacto del encuentro, tambièn mira el reloj, no ve a nadie , teme haber hecho el ridiculo yendo hacìa alli.
La lluvia cae, golpea su cara, el maquillaje casi inexistente, se va corriendo, mal dìa, mala noche para una cita piensa ella detràs de èl. Le ve la espalda ancha a pesar del piloto, piensa fugazmente en sus manos tocando esa espalda y un escalofrio la recorre. Se detiene, èl esta de espaldas aùn no la ha visto y ella teme que èl se desilucione. Esta nerviosa, de pronto todas las palabras preparadas, ensayadas, para comenzar la primer conversaciòn cara a cara se le mueren en sus labios.
La lluvia cae,y ve como moja su brazo al estirarlo y tocarle el brazo, musculoso.
Sin palabras, el tambièn silencioso se miran, sonrien nerviosamente, luego de unos segundos embarazosos, que parecieron una eternidad, se dan un beso en la mejilla, timido de saludo. Deciden ir a un càfe a un par de metros de allì asi poder secarse.
La conversaciòn fluyo naturalmente càfe de por medio como si fuese maquina de por medio, cada uno en su casa. pero ahora se veìan las caras.
Charlaron durante horas, la lluvia cae implacabe sobre Buenos Aires. Dentro del càfe, los comensales empiezan a desaparecer, las horas pasan, ellos siguen sin prisa, sin pausa en sus diatribas, los mozos comienzan a impacientarse y los miran serios, quieren cerrar.
Ellos al darse cuenta de la indirecta de los mozos se rien nerviosamente y con sus miradas piden disculpas. Apresurados se abrigan y salen a la calle, la lluvia vuelve a mojar sus rostros, se habìan olvidado de ella, con la charla de adentro.
Llegaron a la esquina, se estaban por despedir, cada uno debìa ir por lados opuestos. Se miraron y ambos comprendieron que no querian separarse, se tomaron timidamente de las manos y se encaminaron hacia otro cafe para seguir con la charla, pero con una mirada inquisitiva de parte de èl y de aprobaciòn por parte de ella cambiaron el rumbo.
La luz roja de la puerta delataba el lugar, ella aunque decidida estaba muy nerviosa, no sabìa si temblaba por la fria lluvia o por lo extraño del momento, el supo manejar muy bien la situaciòn y mientras que arreglaba precios con el concerje la calmo lo suficiente para que no saliera corriendo, subieron las escalera, entraron al cuarto con el mismo nerviosismo de hace unas horas antes.
Ya dentro del cuarto se acerca a la ventana y ve hacia la calle vacìa a esa hora y ve la lluvia caer incesantemente, cae sin tregua desde que salio de su casa, cuando estaba llena de incertidumbre y de miedo, si de miedo, miedo de lo extraño, miedo de salir de la rutina, miedo de ese cuasiextraño, porque basicamente era un extraño, a pesar de todas las palabras compartidas. La habitaciòn como unico inmobiliario tenia una cama enorme, en el centro de la misma.
Afuera, la lluvia cae y adentro la situacion es irreversible. Se desnudaron, se miraron indirectamente y directamentea travès de los espejos, que polulaban en el cuarto, se besaron, se tocaron hasta desfallecer, olvidaron que eran casi desconocidos, solo importò el lenguaje de sus cuerpos, ella se sintio morir de placer, por este desconocido, y dando gracias por atreverse a vivir la vida sin pensar en el despuès, a vivir la vida al instante, sin pensar en consecuencias y el tambièn, pero tenìa muchas màs cosas en su cabeza que ella, tanto placer en el cuerpo, pues esa mujer realmente le gustaba. Y tantos pensamientos en su cabeza, pensamientos tan dispares , tan poco acordes al momento, ella nunca se dio cuenta, de todo lo que a èl le pasaba por la cabeza. Estaba en el climax luego de caricias y juegos previos que la atonto, que la sensibilizo hasta tal punto que deseo morir. Cuando trasluciò sus pensamientos a traves de la neblina de placer que invadìa su cuerpo. No se dio cuenta de todo lo que el pensaba, no se dio cuenta de las manos de èl sobre su cuello, cuando sintio la presiòn que ellas ejercìan sobre su traquea.
Afuera la lluvia cae, el agua golpeaba incesantemente sobre el vidrio opaco de la ventana y ella tuvo un segundo de lucidez para comprender lo que realmente pasaba, pero ya era tarde; el habìa llegado a su orgasmo y ella a su muerte.
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