La elegante dama que se acercaba parecía una buena oportunidad para pedirle monedas. Ensayé varias sonrisas para complacerla recordando las palabras de la abuela:
–Chaval, no se cazan moscas con vinagre.
No es que entienda bien pero si las moscas son como yo, seguramente no beberán vinagre.
La abuela dice, también, que ser plañidero ahuyenta a la gente, tampoco entiendo bien pero parece que no debemos llorar en público.
Al pasar a mi lado le dije con voz segura y pobre, naturalmente.
–¿Podría ayudarme para comprar comida?.
Observándome desde su parapeto de pieles me dijo:
–¿Comida? ¿Es que no has almorzado hoy?
–Sí señora, –respondí educadamente, –dos tazones de té con las bolsitas que nos regaló Don Matías anteayer y que estamos usando desde entonces, –la abuela me dice que siempre es bueno decir toda la verdad.
La mujer arqueó las cejas y mientras dejaba caer unos céntimos en mi mano murmuró:
–Tazas de té... bolsitas usadas... ¡Qué mundo éste! –y me aconsejó: –Niño, dile a tu madre, –(pobre, no sabía que mi madre está comprando verdura desde hace dos años y aún no regresó, aunque esperamos que pronto encuentre lo que le guste y vuelva) –que te proporcione chuletas en lugar de té, es más alimenticio.
¿Por qué se empeñarán en usar palabras que no entiendo?
Varios días después la volví a encontrar y al verme me preguntó:
–¿Has comido chuletas esta mañana?
No queriendo contrariarla me aparté un poquito de lo que dice la abuela y le contesté educadamente:
–Sí señora, –me miró satisfecha y averiguó:
–¿Cuántas?.
Ahora sí, respetando las enseñanzas de la abuela de decir siempre la verdad, le contesté:
–Dos tazones... |