17 de setiembre de 1969; a casi dos meses de la llegada del hombre a la luna todavía se vivía la emoción de la hazaña impensada por nuestros padres y abuelos.
Era un día especial, el más importante en la vida de los individuos: el del cumpleaños. Cumplía 14 años y estábamos festejando con los amigos de la escuela secundaria que en malón llegaron a casa. Era la noche de un miércoles, y volvíamos juntos de la escuela, que con su turno vespertino, nos despedía a las 21:30. Un bullicio enmarcaba la jornada, en donde gritos y risotadas se sucedían hasta el hartazgo. En pleno festejo me avisan que tengo un llamado telefónico. En esa época era poco común esta vía de comunicación, habida cuenta de la escasa cantidad de aparatos de telefónicos, casi un elemento de lujo. Si llamaban seguro que eran las tías de la Capital con las salutaciones de rigor. Porque entre los adolescentes las comunicaciones eran más personales, casi no se pasaban los teléfonos, siendo un objeto de exclusivo uso de los adultos. El compromiso para el que recibía el número de teléfono, si carecía de éste, era el de recurrir a un teléfono público que funcione, lo que representaba mas un inconveniente que una ayuda.
Ante la insistencia de que responda el llamado, con la molestia juvenil me acerque al aparato y entre risas espeté:
- ¿Hola?
- ¿Hola?, ¿Quién habla?
Del otro lado de la línea un silencio sepulcral.
Colgué el aparato y continuamos con la fiesta.
A los quince minutos, suena nuevamente y otra vez me tiene como destinatario.
Con un tono algo superior al coloquial grité:
- ¡Hola!
Esta vez una voz tenue se escuchaba del otro lado
- Hola, ¿Alberto?
- Si. Respondí
- ¡Feliz cumpleaños!
- Gracias pero ¿quien habla?
- Estás hablando dos personas que van a ser muy importantes en tu vida.
Intrigado respondí:
- No me gustan los acertijos, ¿quienes son?
-Solo te vamos a decir que hoy con nuestros nietos estábamos recordando los cumpleaños de toda la familia y advertimos que hoy es el tuyo. Seguramente te va a parecer una broma, pero cuando seas grande, vas a entender un poco mas lo que te estoy diciendo.
Solo recordá estos nombres: Victoria y Nicolás.
No volvieron a llamar, seguramente fue un error de unos viejecitos achacados por los años, a los que involuntariamente se le cruzaron los cables.
Lo curioso es la coincidencia con la fecha, junto con el número de teléfono.
Ya pasaron muchos cumpleaños y me brota la curiosidad en cada instante que revivo el momento y en cada aniversario que se me acelera el corazón esperando las salutaciones.
17 de setiembre de 2013; Hoy cumplo 58 años, con mi esposa Margarita y mis hijos Victoria y Nicolás compartimos el momento, atentos al teléfono y con la certeza de que en el futuro las barreras del tiempo fueron superadas.
¿Son las 22:00 y todavía no llamaron?; ¡estos chicos!
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