En sombras nos movemos como un vértice que escudriña tus movimientos desde la oscuridad. Necesitamos tu sangre, tu carne como ornamento de nuestra pálida piel, queremos verte desvanecer dentro del agujero de oscuridad al paso en el que sacias nuestro perpetuo apetito.

Somos tu placer, somos tu destino; somos esa mirada que se pierde en los haberes del anochecer cuando te miras al espejo; imagen borrosa que acontece al acosarnos a través de la noche.

Vivimos de la noche y odiamos la luz; refracción lacerante de un maldito porvenir que aguijonea nuestros ojos, nos escondemos en las sombras y a la luna le rezamos dándole el diezmo de tu aliento extinto.

Tu sangre es nuestro placer; nos hemos bañado en ella y queremos tu alma, la poseeremos, la masacraremos, la ultrajaremos; mórbida sutileza acallará tus gritos y desenterrara tu instinto maniaco lleno de obsceno placer.

Somos la noche, el artilugio seductivo del mal; anhelamos tu sangre y hacerte mal. Queremos tu mundo y los restos de el, queremos tu vida y tu aliento de mortal.

Lameremos tu piel y morderemos tu cuello; probarás el pecado y te embriagarás con el, mirarás al cielo y no volverás la mirada a la luz, te perderás en los abismos y siempre imploraras. Vivirás por siempre y nunca morirás, toma mi mano, acércate más…