Mujer de la vida alegre

Quince años después de su partida; recordaba ese día, era muy niña cuando se marchó de su casa, tal vez convencida de que algún día habría de regresar rica y poderosa, capaz de vencer al demonio de la pobreza y alejar los fantasmas del hambre y la desolación que se apoderaban de su hogar.

Con solo 14 años quiere conquistar al mundo, se marcha sin aceptar que su verdadera razón es evitar la violación inminente que el padrastro le quería propinar, enfrentándose a una sociedad llena de vicios y prejuicios, en donde se convierte rápidamente en un preciado producto capaz de satisfacer al más exigente comprador.

Su transformación paulatina va dejando rastros y secuelas, el tierno y fresco rostro se ha endurecido, embadurnado con maquillajes de mil colores pretendiendo disfrazar su niñez que desaparece sin remedio, hurtada por el vicio y la concupiscencia que poco a poco deterioran su salud física y mental.

Siempre la han llamado “mujer de la vida alegre”, y eso le sorprende, a diario se desgarra en llanto diciendo “cual es lo alegre de mi triste vida, si mi orgullo y altivez quedan por el suelo, solo con la generosa oferta de un despreciable y mal oliente borracho que ha ofrecido más que el apuesto caballero que hubiese deseado”.

La rutina, cómplice silenciosa que determinó el cambio de horario, pues cuando comienza la noche es cuando comienza su día, sumiéndola en ese mundo autómata de alcohol y drogas la hace olvidar de su verdadera esencia, su alma se torna infecunda eliminando la mas mínima posibilidad de redención por parte de la sociedad que la corrompe y que se encarga de marginarla.

Su temor crece cuando el espejo cruel le muestra la dura realidad, cuando puede ver todas las heridas cicatrizadas en su cara, cuando las arrugas se apoderan de su cuerpo y las canas de su cabello, cuando el fulgor resplandeciente de su mirada se opaca, cuando su cuerpo cansado y débil no soporte más las embestidas de sus clientes, cuando su valoración sea irrisoria al momento que su juventud la abandone.