Sus labios jamás tuvieron a mal ser rozados por aquellas palabras que, inevitablemente, pronunció todo su cuerpo al marcharse.

Es de madrugada y he seguido a mi madre hasta la puerta; la veo alejarse hasta la esquina, donde la espera un hombre, luego caminan para perderse entre la niebla .Minutos antes, cuando sentí su beso cálido en mi mejilla, me levanté y la tomé por la falda para suplicarle que no se fuera...ella comenzó a llorar, y me dijo:

- Pórtate bien, cuida a tu hermano y a tu abuela, no la hagas enojar, o no tardará en irse también .

Le besé la frente intentando no despertarlo ¿ cómo podría explicarle lo que estaba pasando? Sentí un pequeño tirón en mi falda y volteé a verlo, en sus ojos había una súplica a la que no podía acceder . Comencé a llorar.

La seguí hasta la puerta y vi como se alejaba acompañada de un señor, hasta que desaparecieron de mi vista; no puedo evitar pensar que yo conozco a ese señor que se ha llevado a mi mamá.

Voy acercándome a la esquina, y lo veo ¡por Dios! El hombre que he amado toda mi vida está frente a mis ojos, lo tomo de la mano y caminamos hasta perdernos en la niebla que se hace mas espesa cada vez.

-¿Ese de ahí es ...? ¡es él! Hacía tanto tiempo que no lo veía, parece que es un muy buen muchacho, esos ojos no le cambian, ni aun con esta niebla que lo distorsiona todo... ¿estás lista?
-Si, pero...Lo abracé, para no tener que terminar la frase.

Cierro la puerta. Mi hermano y la abuela duermen tan profundamente que ni siquiera se han dado cuenta de lo que pasa por acá, y yo, ¿cómo se los voy a decir? ¿cómo decirle a mi hermanito que apenas empieza a balbucear “mamá”, que ya no habrá en la casa a quien nombrar de esa manera?

-¡Mano!

Me levanto de inmediato al escuchar la voz de mi hermanito y corro a la habitación de nuestra madre, solo lo suficientemente rápido para comprobar que si, se había ido.
Me encuentro parado frente a la cama de mi madre que, en cadavérica pose yace sosteniendo la foto de mi padre, con quien había prometido reunirse en la eternidad.

Mi madre se fue una madrugada mientras yo dormía. Sus labios jamás tuvieron a mal ser rozados por esas palabras que, inevitablemente, pronunció todo su cuerpo al marcharse.