UN ALMA INOCENTE.
(Sucedió en Juxtlahuaca).
La casa de adobe con techo de tejas, estaba abandonada, la niebla de la noche no permitía la visibilidad, una sombra salía del interior, lenta, lenta caminaba con rumbo de la santa cruz, la luna llena dejaba caer sus rayos sobre las demás casas de la población, el silencio era sepulcral, los perros se escuchaban a lo lejos, con aullidos desesperados y llorosos, nadie salía de las casas de adobe, la sombra regreso al centro del pueblo, y tomo dirección de la calle Porfirio Díaz, se perdió en la entrada principal del templo mayor, la luna avanzo en su posición en el cielo, al paso de unos minutos, apareció la sombra larga, al mismo tiempo que se escuchó el llanto de un niño, lo traía en sus brazos, y tomo el rumbo del cerro de la tierra blanca, continuando su lento caminar, sin que nada la detuviera, cruzo el rio, como si fuera flotando en las aguas, al llegar al otro lado del rio se perdió entre las grandes ahuehuetes, el silencio reinaba en el ambiente, pero a los pocos minutos la sombra larga apareció, algunas 200 varas adelante; el niño en sus brazos continuaba llorando, llegando sus lamentos hasta los moradores del pueblo, quienes rezaban de rodillas en sus habitaciones, frente a la sombra apareció un corcel negro, que los ojos le centellaban, la boca le bufaba, y sus cascos producían un sonido de desbocado galope, la sombra monto en sus lomos, y relinchando salió a galope, su ruda carrera lo llevo hasta la cueva del diablo, del cerro de la tierra blanca, el jinete negro desmonto, y entro a la cueva, el caballo se perdió en las sombras de la noche bufando; todo, todo quedo en silencio, la luna llena había sido testigo de la terrible pesadilla, la luz en el crepúsculo apareció lentamente, amaneció en Juxtlahuaca, la gente salió a las calles, nada se comentaba; solo el mudo Chano, avía visto todo, todo, corrió al padre de la iglesia, y le condujo, a la casa de adobe abandonada, le mostro las huellas de cascos del caballo, y le indico la cueva del diablo, el padre se colocó su estola en el cuello, tomo el agua bendita y el viejo misal romano, llego a la entrada de la cueva del diablo; rezo en latín y roció desde la entrada, al interior de las sombras, prendió su viejo candil, y procedió a entrar muy lentamente, llegándole un olor intenso de acre, y nauseabundo, por lo que con la estola cubrió su aliento, continuando sus pasos, el olor se volvió más intenso, casi no podía respirar, en su frente el sudor le comenzó a escurrir como gotas de agua, al llegar al fondo, miro un costal y un jorongo viejo, percibió que de ahí venia el fuerte olor nauseabundo, tomando la cobija lentamente con su mano izquierda, y jalo violentamente, quedando ante sus dilatados ojos, el cuerpo de Juanita, la niña de tres años, que hacía tres días, su madre le dijo en confesión que había desaparecido en el pueblo, el padre callo de rodillas llorando, y sorprendido vio que en las manos de la niña, tenía el escapulario que él, a su madre avía regalado…
Rey Cimba. ©
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