LA IGLESIA PROTESTANTE Y EL INDIO NORTEAMERICANO (COMO FANTASMA)
Capítulo I
Aspecto físico de la Republica Argentina y caracteres, hábitos e ideas que engendra:
El Continente Americano termina al Sud en una punta en cuya extremidad se forma el Estrecho de Magallanes. Al Oeste, y a corta distancia del Pacífico, se extienden paralelos a la costa los Andes chilenos. La tierra que queda al Oriente de aquella cadena de montañas y al occidente del Atlántico, siguiendo el Río de la Plata hacia el interior por el Uruguay arriba, es el territorio que se llamó Provincias Unidas del Río de la Plata, y en el
que aún se derrama sangre por denominarlo República Argentina o Confederación Argentina. Al Norte están el Paraguay, el Gran Chaco y Bolivia, sus límites presuntos.
La inmensa extensión de país que está en sus extremos, es enteramente despoblada, y ríos navegables posee que no ha surcado aún el frágil barquichuelo. El mal que aqueja a la República Argentina es la extensión: el desierto la rodea por todas partes y se le insinúa en las entrañas; la soledad, el despoblado sin una habitación humana, son, por lo general, los límites incuestionables
entre unas y otras provincias. Allí la inmensidad por todas partes: inmensa la llanura, inmensos los bosques, inmensos los ríos, el horizonte siempre
incierto, siempre confundiéndose con la tierra, entre celajes y vapores tenues, que no dejan, en la lejana perspectiva, señalar el punto en que el mundo acaba y principia el cielo. Al sud y al norte acéchanla los salvajes, que aguardan las noches de luna para caer, cual enjambre de hienas, sobre los ganados que pacen en los campos y sobre las indefensas poblaciones. En la solitaria caravana de carretas que atraviesa pesadamente las Pampas, y que se detiene a reposar por momentos, la tripulación reunida en torno del escaso fuego vuelve maquinalmente la vista hacia el sud al más ligero susurro del viento que agita las yerbas secas, para hundir sus miradas en las tinieblas profundas de la noche, en busca de los bultos siniestros de la horda salvaje que puede de un momento a otro sorprenderla desapercibida…
(Texto en cursiva: el inicio de Facundo, Civilización y Barbarie, de DF Sarmiento, 1845)
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Pero poblado, al mismo tiempo, de la horda salvaje, de las fuerzas del mal de cualquier-en principio-naturaleza:
Pues la inmensidad en cuanto a su utilidad respecto a mí ha de prometer-en su promesa sin límite-al mismo tiempo que me insta a refrenar, a limitarme pues en su vastedad es mi propia aniquilación como indentidad en disolución.
Y sin embargo-y sobre todo con el tiempo-derivamos hacia una forma de horror humano, antropológico en el que mis necesidades acaban por servirse miserablemente de la existencia, en su misma uña y carne y vitalidad humanas, de otros seres humanos;
E incluso al entrar finalmente en una forma prolongada de contacto social-afectiva (de cualquier clase), sigo esencialmente inalterable en mi ímpetu fisiológico-psicológico no razonado, no analizado ni circunspecto de ninguna forma.
Pero casi 200 años después, ¿he de disculparme?
Seguramente eso no tendría sentido si verdaderamente has llegado a comprender el porqué-la causa y sus consecuencias posteriores hasta hoy en día, siendo lo más probable-si al final quieras y llegues a formalmente ofrecerlas, casi como una imposición como tu poder-una vez más-señal de que no, verdaderamente.
O quizás si-según como lo hagas, supongo.
En cualquier caso, no es tan simple como preguntarle al supuesto víctima o grupo históricamente ultrajado el qué les parece, simplemente, a ellos:
Entonces si que no has entendido ni papa.
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