Esta historia nos conduce al pueblo de Pastor Bengoechea, denominado así en honor a un perro pastor alemán del vasco fundador, que fueron sus dos primeros pobladores. En honor a la verdad fue el animal el primero en morar esas tierras, de allí su nombre. Más que habitante, fue abandonado por sus dueños a la vera de la ruta 34, y rescatado por el citado Bengoechea. Cualquier asociación religiosa con el lugar se desvanece al recorrer la plaza principal donde se yergue la estatua del can moviendo la cola, como cordial bienvenida a sus visitantes. Ahora es un pujante conglomerado de 5000 habitantes, a 40km al norte de Gobernador Adolfo Yrigoyen (GAY, apodo peyorativo dado por los pobladores vecinos). Los GAYS no se quedaban atrás y los llamaban La Perrera, a los Bengoechenses..
El asunto es que en gira triunfal por latinoamérica supo llegar al pueblo “El Gran Circo de los Hermanos Ivanov” Se instalaron casi a la salida del centro urbano erigiendo una carpa de reducidas dimensiones, rodeada de una media docena de casas rodantes a la sombra de añosos eucaliptos.
Era todo un acontecimiento teniendo en cuenta que el último gran evento fue el recital de Leo Dan a principios de los años ´70. Como recordatorio de su paso por estas tierras en el almacén de Don Evaristo, se mantiene un afiche anunciando su presencia, enmarcado y con la firma del popular artista. Se cuenta que en aquella oportunidad, Matilde, una vecina del pueblo, se enamoró perdidamente del cantautor santiagueño, y urdieron un plan para fugarse secretamente del pueblo, maniobra que fue abortada por su padre, por ese entonces comisario del pueblo, que lo dejó demorado en la seccional, hasta que las feromonas de su hija se tranquilizaran.
El espectáculo circense formaba parte del programa de festejos por los primeros 60 años del pueblo, que al no tener una fecha exacta de fundación, se celebraba el 29 de abril de cada año, coincidente con el día del animal.
Con la presencia de autoridades municipales dio comienzo al espectáculo, con el show de trapecistas que con sus piruetas hacían emocionar al público, principalmente cuando de un triple salto mortal, los artistas desplegaron la bandera del pueblo.
Siguió el turno de un payaso que se presentó como el enano más alto del mundo. De talla regular 1,75, muy hábil con los malabares, subido a un monociclo, recorrió la pista, con un monótono número que pasó al olvido.
Lo mas gracioso fue el mote del artista, ya que sus compañeros de faena le hicieron creer que era enano de verdad y el mas alto de todos, y actuaba como tal, con el orgullo de ser hombre record. Era uno de los hermanos Ivanov, precisamente Anatole Ivanov.
Pero lo mejor de todo todavía no había ocurrido. El escenario a oscuras y una voz en off con acento moscovita anunciando la presencia del “Inventor de Sueños”. Fue entonces cuando se iluminó la robusta figura del ilusionista, de tez blanca, cabeza rapada y una barba candado que le tapaba el rostro. Era asistido por una señorita de singular belleza, sonrisa fingida, buenos contornos y que proponía un anticipado aplauso para el artista.
-Recién llegado de la estepa siberiana con ustedes ¡Ivan Ivanov!.- Anuncio la menuda partenaire, con poca respuesta del público.
El ruso se parecía a la estatua de Lenin, de una mediana edad, abdomen prominente, de impecable traje negro, con un moño azul que se escondía en la papada.
Con una propuesta tentadora convocó a espectadores a que se acercaran a la arena del circo, ofreciéndoles regalarles sueños, para que los acompañen en sus noches, prometiendo su seguro cumplimiento. No por nada era el inventor de sueños.
Siempre en estas circunstancias se presentan dos personalidades: por un lado están los incrédulos que buscan desenmascarar al ilusionista y los que se dejan llevar por el juego que termina con el lucimiento del artista.
Del lado de los “buenos” se ofreció el intendente Carlos Hermida y del lado de los justicieros defensores de la ética y la verdad, el farmacéutico Ernesto Lopardo, entre los ilustres convocados. Lo siguieron un par más de elegidos al azar por su asistente que tuvo que arrastrarlos hasta el escenario.
El ruso comenzó con el intendente al que le inventó un sueño en que lo tenía como protagonista de una carrera política descollante que lo conducía hacia la presidencia de la Nación. La cuestión provocó vítores y abucheos en la concurrencia, que todavía se acordaba del ajustado triunfo del político en las controvertidas elecciones que lo consagraron intendente por cuatro votos de diferencia.
Desconcertada la platea con un acto que se parecía mas a proselitismo que a las artes adivinatorias, el ruso le inventaba un sueño al intendente a pedir de boca. El político agradeció con displicencia los augurios del ilusionista. Hasta este momento todo se volvía tedioso y aburrido con muy poco atractivo. Fue entonces cuando intervino el farmacéutico que lanzo burlas y quejas ante lo incomprobable del sueño del intendente.
Ofendido en su amor propio Iván Ivanov accedió a concederle a todos los presentes un sueño de inmediata concreción.
Ernesto Lopardo, el citado farmacéutico, había llegado al pueblo hacía ya casi 30 años, oriundo de la Ciudad de La Plata, donde cursó los estudios en la Facultad de Farmacia y Bioquímica y ya con el título bajo el brazo, se instaló en el pueblo a las ordenes de doña Elisa, la propietaria del comercio. Se ganó rápidamente el respeto de los pobladores, sus consejos y recomendaciones eran tomados al pie de la letra por los clientes que solían apodarlo El Manosanta.
Dirigiéndose a su público, el Inventor de Sueños, alzó su mano derecha con el dedo índice desafiante y en esa posición recorrió de punta a punta el auditorio como si estuviera pasando revista a una tropa.
-Para todos los incrédulos que dudan de mis artes, les voy a inventar un sueño que los van a recordar por el resto de sus vidas.
Murmullo generalizado, la gente comenzaba a sentirse incómoda, molesta, sintiendo un atropello hacia sus intimidades.
Con el rostro desfigurado, desafiante, el artista alcanzó a pronunciar alaridos inentendibles en dialecto ruso que estremecieron al auditorio.
Los chicos se aferraron a sus madres y los hombres protegían a sus mujeres.
Los más precavidos comenzaron a abandonar el recinto, primero disimuladamente y luego a las corridas, sirviendo de detonador de una estampida de la muchedumbre que pugnaba por escapar.
En el centro del escenario permanecían impávidos el intendente, el farmaceútico, el mentalista y su partenaire.
-¿Quieren seguir?- Balbuceo el poseído.
-Esto es una vergüenza- dijo el intendente.
Se arreglo el saco y salió fingiendo una tranquilidad para nada creíble.
En el centro del escenario y ante una platea vacía quedaron los dos:
Iván Ivanov y el farmacéutico. La sensual acompañante ya se había retirado.
-¡Todavía espero el sueño!- dijo el facultativo casi en tono de amenaza.
En ese instante, el ruso se retira de la pista, se afloja el moño azul y de dirige a su casa rodante.
Fue en ese instante en que aparece desorbitada y angustiada Elisa, la dueña de la farmacia, que fuera alertada por la gran batahola que se había generado en las inmediaciones del circo.
Elisa no había podido concurrir por estar el comercio de turno. Pero al advertir semejante desbande a las afueras del pueblo corrió en busca de Ernesto.
Un brote de pasión corrió por sus venas, algo que no le había ocurrido nunca el la vida, y la poca consideración por su dependiente, se transformó en una desesperada búsqueda del ser amado. Le había llegado el amor.
Ya en la soledad de la pista, Elisa corrió es busca de su amado estrechándose en un abrazo eterno.
El pueblo entero comentó el romance, atribuyéndolo a la labor del Inventor de sueños, los crédulos y a la casualidad los mas descreídos.
Ya pasaron cinco años desde aquel evento y para los próximos comicios presidenciales de octubre, un candidato pueblerino de singular atracción, compite por el sillón de Rivadavia. Una elección que se presume reñida, aunque todos los del pueblo de Pastor Bengoechea no tienen dudas del resultado.
El circo nunca mas se presentó. Se rumorea que los hermanos Ivanov son integrantes del equipo de campaña de Carlos Hermida.
Esperamos que el Inventor de Sueños nos sorprenda a los millones de espectadores en este circo que es la vida.
OTREBLA
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