En este pequeño pueblo de la serranía
Enmudecen las calles temprano,
De cuando en cuando se oye la campana de la vieja iglesia
Y las casas se iluminan con lamparines de kerosene.
Solo el bar de Pabilo situado cerca de la plaza de armas
Lleno de borrachos pendencieros anima las noches estrelladas.
En las casas, hechas de adobes, las familias se reúnen alrededor
Del fogón de la cocina
Allí toman café y disfrutan de su pan de leña,
Conversan sobre las cosechas y sus animales
No hay radio ni televisión,
La gente asegura los portones de sus casas
Y se acuestan temprano
Mientras afuera se escucha solo el aullido de algún perro
Y el viento agitando los enormes eucaliptos.
Texto agregado el 09-10-2013, y leído por 167
visitantes. (0 votos)