Hojas muertas descansan en la campiña
Ligeras cual bruma de niebla ligera
Giran ante mi vista espaciadas, en nubes
Y crujen cuando las estrujo entre mis manos
Es como tu amor ligado de brumas perennes
Y se esparcen a mí alrededor, mustias ya vacía.

Taciturna mi mirada con la tuya se encuentra
Tu gesto es claro y elocuente, me niegas tus besos
Y en ese otoño frio y triste las hojas siguen cayendo
Y en vagos ecos de nostalgia, mis ansias vagan con ellas.

Hojas secas y amarillas, que dolores acuden en ti
Si te desprendes de alguien que con ansias te quiere
Mi mirada ya cansada mira las hojuelas que quedan
Y en ecos de resonantes campanas, me fundo en su tañer
Mi mirada en tu mirada, ansiedad de evadir la verdad
Pero como los mustios y muertos cogollos tu amor decayó.

Fueron vanas mis ilusiones que el otoño reverdeciera
Mis ensueños se perdieron como la lámpara de Aladino
Mis deseos cayeron como pétalos tristes y secos
Los anhelos también se pierden en laberintos sin salida
Y en las noches de penitencia mi alma se confiesa.

Con el vacío en mi alma bajo la magia de la noche
La cual me acosa con su sombra de recuerdos
Causa vértigo en mi mente y el letargo me atosiga
Solo quiero que me aferres a tu vida, con tus caricias
Pero el silencio me atenaza y él me hiere me aniquila.

Avasallo mi hombría y me sumerjo en valles infértiles
Buscando en vano la embriaguez de tu dulce mirada
Rompo el silencio cayendo en oscuro resentimiento
Y solo, en esta agonía en las noches me acompañan las estrellas.

Mi prisión, y mis desvelos son los azotes de los fríos hielos
Que imperan en tu alma cual flagelos de vientos huracanados
Mis desvelos se convierten en las hojas agrietadas del otoño
El viento las esparce y mi amor se pierde con ellas en el invierno.

Raúl Amador Irusta