Dueño de los tiempos
El tiempo incesante en su largo peregrinar, acecha tras las blancas nubes.
Sin estrellas en las noches, solo un fondo sin explorar, abismo letal.
Mi sombra ha quedado inerte en toda su potestad, mi cuerpo yace lejos.
Mis ojos encerrados en sus orbitas miran al tiempo lento y seguro pasar.
Es lento el caminar, buscando, ¿Qué?, solo el destino tal vez, lo sabrá.
No hay día que no muera por un instante, y es una agonía mi despertar.
Estrellas, que amanecen y de pronto dejan de brillar, en ayeres sombríos.
Queda teso mi cuerpo, no me atrevo a respirar, más el sol me insta a no cejar.
Pasado, presente, futuro, todo en conjunto acude a mi mente febril.
Pido ayuda desde mi alma, para que alguien, me pueda de las manos tomar.
Y es en ese momento ya diseñado, que mi cuerpo debilitado quiere descansar.
Reina en mí el niño que una vez fui, fundido en el regazo de mi madre.
En un pasado lleno de momentos, estrellas, sol, nubes, que dejaré de ver.
Hoy me sumerjo en las noches, con cobijo de su negro manto, sin esperanzas.
Mente, cuerpo pensamientos, surgen, cual mariposas esparcidas en el desierto.
Esperanzas, lejanas, déjalas partir, el adiós será menos doloroso sin dolor.
Cual viajero del tiempo, junto a las estrellas emprenderé ese largo viaje.
Tal vez, no de lo mundano, sino sumergido en los confines del espacio y nunca volver.
Hacerme dueño de las noches, de los días, de las nubes, del sol y las estrellas.
Vagar por las cumbres de su magia, envolverme en su luz, y embriagarme feliz.
Más el amo de los tiempos, implacable, con figura huidiza, me mira de soslayo.
Dueño de los tiempos, patrono de la vida, no dejará que huya, a sus pies me postrará.
Raúl Amador Irusta
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