No se explicaba el antiquísimo brujo,
en los escasos instantes en que podía pensar si había olvidado o perdido sus poderes. Sentíase relegado por los jóvenes. Sentado en el trono de una pulida roca, sin poder ponerse en pie de lo anciano que estaba, intentó su último poder, dormirse derrotado o partir feliz. Acumuló fuerzas e invocó la visita de un Gnomo, de la Salamandra, del Silfo y de la coqueta y hermosa Ondina vestida con preciosas colores.

El Gnomo llegó primero y tendió su pequeñez en el espacio. El anciano sonreía levemente. La Salamandra hizo sentir su ardiente presencia que abrasaba al Gnomo. Y el juguetón e inestable Silfo jugaba feliz, sin parar haciendo círculos rápidos sobre el fuego de la Salamandra, convirtiéndose en llamas y el pobre anciano borró su sonrisa,esperando.
La hermosa Ondina, ataviada con encajes y sedas tornasol. Coqueta y caprichosa, danzaba y tomó tal velocidad y en un giro apagó las llamas abrazando de paso al Silfo, corrió a extinguir las brasas de la Salamandra y refrescar la tierra chamuscada del Gnomo. La Ondina feliz y juguetona se retiró en silencio.
Y el anciano sin saber que pasó. Estaba adormilado...?

La Ondina feliz y juguetona se fue en silencio.