Un buen desayuno y un diario para leer. Buena rutina matutina. No me gusta leer el diario en la compu, me quita panorama. Es como si leyera lo que quieren que yo lea y no lo que me interesa. Y la búsqueda de algo específico se vuelve ardua y termina en abandono.
Quizás sea costumbre, algunos dirán que una antigüedad, pero el diario de papel, el que he leído toda mi vida, me da una sensación diferente. No se trata aquí de resistencia al cambio o miedo a lo desconocido. De hecho mi relación con mi compu es muy amigable y es una de mis armas de trabajo diario. Es más, mi educación de extracción administrativa hace que sea un placer trabajar en ella.
Yo he vivido toda la evolución, desde la nada (todo por escrito), las primeras máquinas de registro directo, luego monstruitos programables en lenguaje binario, aquellas primeras PC sin disco.. y así hasta lo que son hoy, aunque esa es otra historia.
Volvamos al periódico. Me fascina “leer” lo que el diario no dice. O entender lo que “me quieren decir” sin decirlo directamente. No en vano el mundo de las noticias es conocido como el cuarto poder. Su influencia en la opinión pública es determinante y, si dicen la verdad o no, se transforma en un aspecto totalmente secundario.
Hasta saben presentar una noticia con un “copete” que dice o sugiere tal cosa (su objetivo), pero la nota dice o sugiere tal otra cosa. Yo me pregunto si muchos periodistas que escriben bien son partícipes o esclavos frente a esta situación. Es el periodista que escribió la nota el que sugirió el “copete”? O el editor lo impuso sin siquiera consultarlo?
Los editores saben perfectamente que muchos lectores comienzan por el copete y a la vez terminan en el… copete. Puedo asegurar que ese lector que sobrevuela el diario va a tener una apreciación totalmente diferente a aquel que leyó toda la nota.
Esto va más allá de la orientación política o económica del periódico en cuestión. Claro que existen casos arquetípicos. Periódicos que hacen campañas sin ningún tipo de escrúpulos contra gobiernos. Así es como un gobierno democrático que no ejerce censura alguna puede ser acusado de dictatorial o totalitario. Por supuesto que siempre alguna justificación encuentran. Puede ser el manejo de la pauta publicitaria oficial, puede ser alguna estupidez (de las muchas) que dicen los funcionarios, algo siempre hay. Puede que una mayoría legislativa se la considere totalitaria, sólo por hacer lo que la mayoría dice, porque siempre puede haber alguien que quiera justificar que una pretendida minoría ilustrada pueda más que una mayoría popular.
Es que “medias verdades” son también “medias mentiras”, y tienen por perjuicio adicional la confusión. Porque el que compra la “media verdad” compra la “media mentira”. Lo mismo sucede con las generalizaciones (si le pasó a uno o dos le va a pasar a todos), con las frases sacadas de contexto (esto merecería una reflexión entera aparte), con las extrapolaciones seudo matemáticas que no respetan reglas lógicas, etc..
Son todas formas utilizadas por el periodismo para convencernos de lo que nos quieren convencer. Muchas veces lo realizan en forma muy burda, que al lector le saca una sonrisa (cuando no una carcajada). Otras veces se repite la premisa en notas diferentes, se refieran a política, a economía, a la sociedad, a deportes, a espectáculos, a lo que sea. Se va sembrando la premisa, se la repite y repite hasta el cansancio y, pasado un tiempo, se transforma de algo vacío de verdad en algo irrefutable y probado.
Las acusaciones, muchas veces se explicitan como posibilidad, sugerencia o rumor, pero van dinamitando la verdad y la razón. Sucede igual que antes, de tanto sugerir se vuelven verdades comprobadas.
Y si aciertan en una! Campo propicio para una nueva generalización. Si hay un acto de corrupción todos son corruptos, si hay un crimen todos son criminales, menos ellos por supuesto y los intereses que defienden.
En la Argentina existe una guerra despiadada entre un grupo periodístico multimedios oligopólico y un gobierno que permanentemente le sigue el juego y ocupa precioso tiempo en atacarlo, que es capaz de intentar legislar en su contra y tiene funcionarios más ocupados en atacar que trabajar. Es una pena porque las reacciones del gobierno le hacen el juego ideal al oligopolio, le dan letra, casi lo justifican cuando deberían probar de hacer todo lo contrario.
“Que falta de respeto, que atropello a la razón”, vislumbraba Enrique Santos Discépolo en su tango Cambalache de 1934. Qué adelantado a los tiempos, increíble! Cambian los tiempos, las formas, los tamaños, pero el fondo es el mismo, la lucha por el poder.
Nunca te ha pasado conversar, o intentar conversar, con alguien, pero advertir que estás en otra sintonía. Que cada uno habla de un tema diferente y que, quien está enfrente tuyo va a decir lo que va a decir en forma totalmente independiente de lo que digas porque, simplemente, no te está escuchando, sino procesando lo que él va a decir?
Muchas veces en el periodismo sucede lo mismo, el medio o el periodista, quiere trasmitir algo y utiliza cualquier hecho, entrevista o lo que sea, para decirlo. Lo realmente importante para ellos es decir lo que quieren, no importa dónde, y si el contexto lo disimula, mejor.
Entonces, un gobierno que no hizo lo que el medio opina debe hacer es criticado. Y si el gobierno luego lo hace, es criticado porque “lo hizo porque no tenía más remedio”, “lo hizo fuera de tiempo” o lo que se le ocurra, pero el concepto base es, “si lo hizo el gobierno con el que estoy enfrentado está mal, todo lo que hagan estará mal, aun cuando me hayan hecho caso”.
Y no olvidemos las asociaciones internacionales de prensa, que defienden a rajatablas a sus miembros, generalmente manejadas por los medios más poderosos e influyentes. Es indudablemente el cuarto poder, que con el avance tecnológico va ampliando su influencia aunque los viejitos que seguimos leyendo el diario igual nos demos cuenta.